Narrado por Isabella
Las luces tenues de la mansión italiana iluminaban el amplio salón mientras me servía una copa de vino. El aire estaba impregnado de un silencio inquietante, roto únicamente por el murmullo lejano de los guardias que patrullaban los terrenos. A pesar de que habíamos logrado destruir el cargamento de Sokolov, una sensación de incertidumbre seguía pesando sobre mí.
Alekséi estaba sentado en el sillón frente a mí, con su típica postura relajada pero alerta. Aunque no lo decía, podía ver en sus ojos que estaba pensando lo mismo que yo: esto no había terminado.
"¿Cuánto tiempo crees que tenemos antes de que Sokolov contraataque?" pregunté, rompiendo el silencio.
"Días, quizás menos," respondió sin apartar la vista de su copa. "Sokolov no es del tipo que se queda esperando. Esto fue un golpe a su orgullo, y no dejará que pase mucho tiempo antes de responder."
Asentí, dejando la copa sobre la mesa de mármol frente a nosotros.
"Entonces necesitamos prepararnos," dije. "El problema es que no sabemos cuál será su siguiente movimiento."
Alekséi me observó por un momento, sus ojos grises estudiando cada detalle de mi expresión.
"Tienes contactos en Milán, ¿no?" preguntó finalmente.
"Sí, pero no sé si Sokolov se arriesgaría a operar tan cerca de nuestra base," respondí. "Es más probable que intente atacarnos indirectamente, tal vez a través de un aliado."
"En ese caso, necesitamos movernos primero," dijo, su tono decidido.
Antes de que pudiera responder, la puerta del salón se abrió, y Lorenzo entró apresurado.
"Isabella, tenemos un problema," dijo, su rostro reflejando una mezcla de preocupación y urgencia.
"¿Qué pasó?" pregunté, poniéndome de pie de inmediato.
"Recibimos un informe hace unos minutos. Parece que hubo un ataque en uno de nuestros almacenes en Nápoles. Dos hombres muertos, y otros tres están desaparecidos."
Sentí cómo la rabia comenzaba a hervir en mi interior.
"¿Sokolov?" pregunté, aunque ya sabía la respuesta.
Lorenzo asintió.
"Probablemente. Pero no dejó rastros claros, como si quisiera que supiéramos que fue él, pero sin darnos nada con lo que trabajar."
Alekséi se levantó lentamente, su expresión tan fría como siempre, pero sus ojos brillaban con intensidad.
"Lo está haciendo a propósito," dijo. "Quiere que respondamos con prisa, que cometamos un error."
"Pues no le daremos ese placer," respondí, mi voz firme. "Lorenzo, refuerza la seguridad en todos nuestros almacenes. Quiero que cada movimiento sea monitoreado. Si alguien intenta acercarse, no duden en actuar."
"Entendido," dijo Lorenzo, saliendo rápidamente de la habitación.
Alekséi se acercó a mí, su presencia imponente llenando el espacio entre nosotros.
"¿Y ahora qué?" preguntó, su voz baja pero cargada de autoridad.
"Ahora vamos a jugar su juego," respondí, una idea comenzando a formarse en mi mente.
Nos reunimos con Dmitri y Sergei en la sala de operaciones, donde un mapa de nuestras operaciones estaba desplegado sobre la mesa.
"Si Sokolov quiere provocarnos, necesitamos adelantarnos," dije, señalando varias ubicaciones en el mapa. "Tiene aliados en Marsella y en Viena. Si atacamos esos puntos clave, debilitaremos su red antes de que pueda organizarse."
"Es un movimiento arriesgado," dijo Sergei, frunciendo el ceño.
"Lo es," admití. "Pero no podemos quedarnos quietos esperando su próximo golpe. Necesitamos tomar la iniciativa."
Alekséi asintió, su mirada fija en el mapa.
"Dividiremos nuestras fuerzas," dijo. "Dmitri y Sergei se encargarán de Marsella. Isabella y yo iremos a Viena."
La decisión fue rápida, y las órdenes comenzaron a darse casi de inmediato. Mientras los demás se preparaban, Alekséi y yo nos quedamos en la sala por un momento más, estudiando el mapa con atención.
"¿Estás segura de esto?" preguntó, su voz más suave de lo habitual.
"¿Tú no?" respondí, levantando la vista para encontrarme con sus ojos.
"Creo que es la mejor opción," dijo después de un momento. "Pero eso no significa que no sea peligrosa."
Sonreí ligeramente, aunque la tensión en mi pecho no desapareció.
"Peligro es parte del trabajo, Alekséi," respondí. "No estaría aquí si no pudiera manejarlo."
Esa noche, mientras me preparaba para el viaje, no pude evitar sentir una mezcla de emociones. Estábamos entrando en territorio desconocido, y aunque confiaba en mis habilidades, sabía que cada movimiento que hacíamos nos acercaba más al enfrentamiento final con Sokolov.
Alekséi apareció en la puerta de mi habitación, vestido de negro y con una expresión neutral.
"Todo está listo," dijo.
Asentí, tomando mi chaqueta y mi arma antes de seguirlo.
"Espero que estés listo para lo que viene," dije, mirándolo de reojo mientras bajábamos por el pasillo.
"Siempre lo estoy," respondió, y aunque su tono era frío, pude ver una chispa de determinación en sus ojos.