Narrado por Isabella
El distrito industrial de Viena era un laberinto de edificios abandonados, fábricas silenciosas y contenedores de carga oxidados. La niebla que cubría la ciudad hacía que el lugar pareciera sacado de una pesadilla, con sombras que se alargaban y desaparecían entre los callejones. Alekséi y yo nos movíamos con cuidado, nuestras pisadas amortiguadas por el suelo húmedo.
Sabíamos que Anton Volkov, el intermediario de Sokolov, estaría aquí. Lo que no sabíamos era cuánto tiempo teníamos antes de que todo se complicara.
"¿Estás segura de esto?" preguntó Alekséi en voz baja, su mirada fija en la entrada del almacén donde, según Gregor, Volkov tenía su base de operaciones.
"Lo suficiente," respondí, ajustando el silenciador de mi pistola. "Pero no te equivoques. Si las cosas se salen de control, no dudaremos."
Alekséi asintió, su expresión más fría que de costumbre. Era el hombre calculador, el estratega, pero yo podía sentir la tensión en cada fibra de su cuerpo. No estábamos aquí solo para obtener información; estábamos aquí para enviar un mensaje.
El almacén era grande, con ventanas rotas que dejaban escapar débiles destellos de luz en su interior. Había al menos dos hombres apostados en la entrada, y podíamos asumir que habría más dentro.
"Dos en la entrada, otros cuatro patrullando," dijo Alekséi después de un rápido análisis.
"Podemos encargarnos de ellos," respondí, levantando mi pistola.
"Yo tomaré la izquierda, tú la derecha," dijo.
Nos movimos en silencio, como sombras entre las sombras. Alekséi eliminó a los dos hombres que patrullaban por la izquierda con rapidez y precisión, mientras yo me encargaba de los de la derecha. Cada disparo era silencioso, cada movimiento calculado.
Cuando llegamos a la entrada, los dos guardias restantes estaban distraídos, conversando entre ellos. Alekséi levantó una mano, indicándome que esperara. En un movimiento fluido, se deslizó detrás de ellos y los neutralizó antes de que pudieran reaccionar.
"Limpio," dijo en voz baja, dándome la señal para avanzar.
Dentro del almacén, el aire estaba impregnado de aceite y metal oxidado. Había varias cajas apiladas alrededor, pero lo que más llamaba la atención era la mesa en el centro, iluminada por una solitaria bombilla colgante.
Anton Volkov estaba sentado allí, revisando documentos mientras dos hombres armados lo custodiaban. Su apariencia era menos intimidante de lo que esperaba: cabello oscuro, delgado y con un rostro que parecía acostumbrado a hablar más que a pelear.
"¿Cuál es el plan?" susurré a Alekséi.
"Nos acercamos. Si intenta resistirse, lo sometemos," respondió, su tono calmado.
"Directo al punto. Me gusta," dije, permitiendo que una pequeña sonrisa se asomara en mi rostro.
Nos acercamos lentamente, usando las sombras como cobertura. Cuando estábamos lo suficientemente cerca, Alekséi dio el primer paso, saliendo a la luz.
"Señor Volkov," dijo, su voz resonando en el espacio vacío.
Los dos guardias reaccionaron al instante, levantando sus armas, pero yo ya estaba detrás de uno de ellos, presionando mi pistola contra su nuca.
"Ni lo intentes," dije en un tono bajo y amenazante.
El otro guardia dudó por un segundo, pero Alekséi ya lo tenía en la mira.
"Siéntense," ordenó Alekséi, señalando a Volkov.
El hombre levantó las manos lentamente, claramente sorprendido pero intentando mantener la compostura.
"No esperaba visitas tan... distinguidas," dijo con una sonrisa nerviosa mientras se sentaba.
"Corta el teatro," dije, avanzando hasta quedar frente a él. "Sabemos que trabajas para Sokolov. Ahora queremos saber qué está planeando."
Volkov rió, aunque su nerviosismo era evidente.
"¿Creen que voy a traicionar a Sokolov solo porque tienen armas?"
"No," respondió Alekséi, su voz tan fría como una hoja de acero. "Pero lo harás porque sabes que si no lo haces, te matamos aquí mismo. Y si eso no es suficiente motivación, también sabemos dónde está tu familia."
El rostro de Volkov se tensó, y la sangre pareció abandonarlo por completo.
"Ustedes no se detienen ante nada, ¿verdad?" murmuró.
"Ni tú tampoco," respondí, inclinándome hacia él. "Así que habla."
Finalmente, después de unos segundos que parecieron eternos, Volkov cedió.
"Sokolov está reuniendo aliados, pero eso ya lo saben. Lo que probablemente no sepan es que planea un ataque directo contra su base en Milán."
Mis ojos se estrecharon mientras procesaba la información.
"¿Cuándo?" pregunté, mi voz cortante.
"No lo sé con certeza. Pronto. Está moviendo armas y hombres hacia el sur, pero no ha dado una fecha específica."
Alekséi y yo intercambiamos una mirada. Esto cambiaba las cosas.
"¿Dónde está su base principal?" presionó Alekséi.
"En Moscú," dijo Volkov. "Pero jamás llegarán cerca de ella."
Lo miré fijamente, tratando de determinar si estaba diciendo la verdad. Finalmente, me enderecé y le hice una seña a Alekséi.
"Hemos terminado aquí."
"¿Y él?" preguntó Alekséi, señalando a Volkov.
Volví a mirarlo, y una parte de mí quería terminar con su vida allí mismo. Pero sabía que mantenerlo vivo podría ser más útil.
"Que viva, por ahora. Pero asegúrate de que entienda que si intenta advertir a Sokolov, lo encontraremos."
Volkov asintió rápidamente, su rostro pálido por el miedo.
Cuando salimos del almacén, el frío de la noche me golpeó como una bofetada.
"Esto está escalando rápido," dije mientras caminábamos hacia el auto.
"Siempre lo estuvo," respondió Alekséi.
Sabía que tenía razón. La guerra con Sokolov estaba llegando a su punto de ebullición, y no había vuelta atrás.