Narrado por Isabella
El aire de la mañana en Milán tenía un peso inusual, como si la ciudad pudiera sentir lo que se avecinaba. Desde las ventanas de mi despacho en nuestra base, veía las calles llenas de movimiento, pero mi mente estaba lejos de todo eso. Alekséi y yo habíamos regresado de Suiza con información crítica, pero no podíamos detenernos. Sokolov estaba demasiado cerca, y la amenaza del ataque cibernético había cambiado el juego.
"Isabella, Lorenzo está aquí," dijo Caterina, entrando al despacho con su expresión seria de siempre.
"Hazlo pasar," respondí, dejando los papeles sobre la mesa.
Unos segundos después, mi hermano menor entró con pasos rápidos. Su rostro reflejaba la misma preocupación que yo sentía.
"¿Qué averiguaste?" le pregunté, yendo al grano.
"Confirmé lo que dijiste sobre los camiones en Suiza. Los dispositivos eran de última generación, diseñados para hackear sistemas militares y de seguridad. Sokolov los adquirió hace meses a través de un intermediario en Berlín."
Me froté las sienes, tratando de procesar la información.
"¿Sabemos dónde planea usarlos primero?"
"No del todo," respondió Lorenzo, sentándose frente a mí. "Pero parece que el objetivo inicial es una red de comunicaciones en Milán. Si logra desactivarla, no podremos coordinar nuestras operaciones."
Alekséi, que estaba sentado en una esquina del despacho, intervino.
"Eso no es todo. Si Sokolov se apodera de esa red, también puede sabotear las comunicaciones del gobierno. Controlará el caos."
Sus palabras me hicieron apretar los puños. Esto no era solo una guerra entre mafias; Sokolov estaba dispuesto a desestabilizar toda la región para ganar.
"Necesitamos un plan," dije, levantándome para caminar por la habitación. "No podemos esperar a que él haga su movimiento. Tenemos que adelantarnos."
"Estoy de acuerdo," dijo Lorenzo. "Pero atacar a Sokolov directamente no es una opción. Su base en Moscú está demasiado protegida."
"No necesitamos ir a Moscú," intervino Alekséi. "Solo necesitamos interceptar el resto de sus envíos y destruir su capacidad de ejecutar este ataque."
"Eso significa enfrentarnos a sus aliados aquí en Europa," dijo Lorenzo.
"Exactamente," respondí, deteniéndome frente al mapa que colgaba en la pared.
Alekséi se levantó, acercándose al mapa conmigo. Señaló varios puntos estratégicos donde sabíamos que Sokolov tenía presencia.
"Si bloqueamos estas rutas," dijo, señalando las líneas que conectaban Suiza con Italia, "cortamos su suministro. Pero necesitarás más hombres."
"Eso no será un problema," respondí. "Lorenzo, reúne a nuestros equipos en Milán. Quiero que estén listos para moverse en las próximas 24 horas."
"¿Y qué hacemos con Volkov?" preguntó Alekséi.
"Por ahora, nada. No podemos arriesgarnos a que Sokolov descubra que sabemos lo que está planeando."
El día transcurrió en una vorágine de reuniones, llamadas y planificación. Cada detalle era crucial, y no podía permitirme errores. Mientras mi equipo preparaba todo para la operación, Alekséi y yo estudiamos los informes sobre los aliados de Sokolov.
"¿Crees que podemos confiar en que no se adelanten?" le pregunté, refiriéndome a nuestros contactos en el sur de Europa.
"Dependerá de cuánto les ofrezcas," respondió, su tono frío.
"Si eso significa mantener a Sokolov fuera de Italia, les daré lo que necesiten."
Alekséi asintió, pero podía ver en sus ojos que no estaba completamente de acuerdo.
"No todos son tan fiables como tú, Isabella. Cuidado a quién dejas entrar en tu red."
Esa noche, mientras todos se preparaban para la operación, me tomé un momento para mí. La mansión estaba en silencio, con la mayoría de los hombres ya en sus puestos. Caminé hacia la terraza, donde el aire fresco de la noche despejaba mi mente.
No pasó mucho tiempo antes de que Alekséi apareciera detrás de mí.
"¿Qué haces aquí sola?" preguntó, apoyándose en el marco de la puerta.
"Pensando," respondí sin mirarlo.
"¿En qué?"
"En lo que estamos enfrentando," admití. "Sokolov no es como los demás. No se detendrá hasta destruirnos, y no sé si estamos preparados para lo que viene."
Alekséi se acercó, quedándose a mi lado.
"Siempre dudas de ti misma antes de una gran batalla," dijo, su voz más suave de lo habitual. "Pero siempre sales victoriosa."
"¿Y si esta vez no es así?"
Alekséi me miró, sus ojos llenos de una intensidad que me hacía sentir vulnerable y fuerte al mismo tiempo.
"Entonces caeremos juntos," dijo, como si fuera lo más natural del mundo.
Su sinceridad me dejó sin palabras. En ese momento, supe que no estaba sola en esto.
"Gracias," murmuré.
Alekséi asintió, pero no dijo nada más. Simplemente se quedó allí, a mi lado, mientras las luces de la ciudad brillaban a lo lejos.
A la mañana siguiente, el amanecer trajo consigo un nuevo propósito. Nuestro equipo estaba listo, las rutas identificadas, y los aliados contactados.
"Hoy damos el primer golpe," les dije a mis hombres mientras estábamos reunidos en la sala principal. "Sokolov cree que puede moverse libremente, pero vamos a demostrarle que está equivocado."
Los rostros frente a mí estaban llenos de determinación. No éramos solo una organización; éramos una familia, y protegeríamos lo que era nuestro a cualquier costo.
Cuando Alekséi y yo subimos al auto para dirigirnos al primer punto de intercepción, sentí una mezcla de ansiedad y emoción.
La guerra había comenzado oficialmente.