Narrado por Isabella
La camioneta avanzaba lentamente por las carreteras secundarias de Lombardía. Nos dirigíamos al primer punto de intercepción, un paso fronterizo poco vigilado que Sokolov estaba utilizando para mover sus cargamentos.
Alekséi conducía en silencio, su mirada fija en la carretera. A mi lado, revisaba las armas que habíamos llevado: pistolas, rifles de asalto, incluso explosivos ligeros. No podía permitirme margen de error.
"El primer golpe es crucial," dije, rompiendo el silencio. "Si fallamos aquí, Sokolov sabrá que estamos detrás de él y reforzará sus operaciones."
"No fallaremos," respondió Alekséi, con la misma calma letal que siempre lo acompañaba. "Pero necesitamos precisión. No podemos dejar supervivientes que informen."
Asentí, sabiendo que tenía razón. Esto no era solo una operación, era una declaración de guerra.
El equipo estaba esperando cuando llegamos al punto de encuentro. Lorenzo ya había desplegado a nuestros hombres en las posiciones estratégicas alrededor del paso fronterizo.
"¿Todo listo?" pregunté al bajar de la camioneta.
"Sí," respondió Lorenzo, entregándome un mapa. "Los camiones deberían pasar por aquí en menos de veinte minutos. Traen al menos ocho hombres armados como escolta, pero no parecen saber que los estamos esperando."
Alekséi tomó el mapa, estudiándolo en silencio antes de señalar un punto.
"Coloca francotiradores aquí y aquí," dijo. "Si eliminamos a los conductores primero, el resto estará atrapado en el paso."
"Entendido," respondió Lorenzo, dirigiéndose a dar las órdenes.
Mientras esperábamos, Alekséi y yo nos acercamos al borde de la carretera, donde teníamos una vista clara del paso fronterizo. La tensión en el aire era palpable.
"¿Alguna vez te cansas de esto?" pregunté de repente, rompiendo el silencio.
"¿De qué?"
"De la guerra, de las conspiraciones, de tener que mirar por encima del hombro cada segundo."
Alekséi me miró con una ligera sonrisa, pero sus ojos seguían cargados de intensidad.
"No es una cuestión de cansancio," respondió. "Es una cuestión de propósito. Esto es lo que somos. No puedes escapar de tu naturaleza, Isabella."
Quería contradecirlo, decirle que estaba equivocado, pero sabía que tenía razón. La guerra no era solo algo que hacíamos, era lo que éramos.
El sonido de motores en la distancia interrumpió mis pensamientos. Alekséi y yo nos giramos al mismo tiempo, viendo cómo tres camiones se acercaban lentamente por la carretera.
"Ahí están," dijo Lorenzo, acercándose con un rifle al hombro.
"Todos en sus posiciones," ordené por el comunicador. "No ataquen hasta que yo lo indique."
Los camiones avanzaron hasta el punto exacto que habíamos marcado en el mapa. Alekséi levantó la mano, señalando a los francotiradores que esperaran.
Cuando los vehículos se detuvieron, un hombre bajó del primero, aparentemente para verificar algo en el camino.
"Ahora," dije en voz baja.
El primer disparo resonó en el aire, seguido rápidamente por otro. Los conductores de los camiones cayeron al suelo, y el caos se desató. Los hombres armados que escoltaban el cargamento comenzaron a disparar, pero nuestras posiciones elevadas nos daban la ventaja.
Alekséi y yo avanzamos rápidamente hacia el primer camión, cubriéndonos detrás de los árboles. Los disparos eran ensordecedores, pero mi mente estaba completamente enfocada en el objetivo.
"Elimina al que está en la parte trasera," dijo Alekséi, señalando a un hombre que intentaba sacar una ametralladora de uno de los vehículos.
Le disparé sin dudar, viendo cómo caía al suelo. Alekséi hizo lo mismo con otro escolta, limpiando el camino hacia el segundo camión.
En cuestión de minutos, habíamos neutralizado a todos los hombres de Sokolov. Lorenzo y los demás se acercaron rápidamente, asegurando el área mientras Alekséi y yo revisábamos los camiones.
"Esto es lo que buscábamos," dijo Alekséi, abriendo una de las cajas en el primer vehículo.
Dentro había más dispositivos electrónicos, similares a los que habíamos encontrado en Suiza. Pero también había algo más: documentos detallados sobre el sistema de comunicaciones que Sokolov planeaba atacar.
"Esto nos da ventaja," dije, tomando uno de los papeles. "Ahora sabemos exactamente qué está planeando."
Antes de destruir los dispositivos, Alekséi tomó uno de ellos, examinándolo con detenimiento.
"Podemos usar esto en su contra," dijo, su tono lleno de convicción.
"¿Cómo?"
"Si podemos reconfigurarlo, podríamos infiltrarnos en sus sistemas en lugar de destruirlos. Podríamos anticiparnos a cada uno de sus movimientos."
La idea era arriesgada, pero también brillante. Si lográbamos usar la tecnología de Sokolov en su contra, podríamos desmantelar su operación desde dentro.
"Está bien," respondí. "Pero necesitamos a alguien que sepa cómo manejar esto."
"Tengo un contacto en Berlín que puede ayudarnos," dijo Alekséi. "Es discreto y conoce este tipo de tecnología."
Destruir el resto de los dispositivos fue rápido. Usamos explosivos para asegurarnos de que nada quedara intacto, dejando solo cenizas donde antes había una amenaza.
Cuando regresamos a la camioneta, sentí una mezcla de alivio y anticipación. Habíamos ganado esta pequeña batalla, pero la guerra estaba lejos de terminar.
"¿Qué sigue?" preguntó Lorenzo mientras arrancábamos el motor.
"Vamos a Berlín," respondí. "Si queremos ganar esto, necesitamos ir un paso por delante de Sokolov en todo momento."
Alekséi asintió, y en su mirada pude ver algo que rara vez mostraba: confianza. Sabía que esto no era solo una pelea por poder. Era una pelea por sobrevivir, y no pensaba perder.
El juego de sombras continuaba, pero ahora teníamos una luz con la que guiarnos.