Entre Sombras y Fuego ( #1 saga fuego)

Capítulo 41: El filo de la traición

Narrado por Isabella

El camino de regreso a Milán estaba envuelto en un silencio cargado. Aunque habíamos logrado algo crucial con la ayuda de Kronos, una parte de mí no podía evitar la inquietud. Alekséi parecía imperturbable, como si todo estuviera bajo control, pero yo sabía mejor que nadie que la calma era solo una fachada en este mundo.

"¿Qué piensas hacer con esta información?" le pregunté, rompiendo finalmente el silencio.

"Usarla," respondió sin apartar la vista de la carretera. "Atacaremos sus rutas más importantes y dejaremos claro que no pueden tocarnos."

"Eso es jugar con fuego."

Alekséi sonrió, una mueca que no alcanzó sus ojos.

"Siempre lo hemos hecho, Isabella. La diferencia es que ahora tenemos el control del encendedor."

Llegamos a nuestra base en las afueras de Milán al anochecer. Lorenzo y los demás ya estaban organizando la próxima operación, revisando las rutas y los almacenes que Kronos había identificado.

"Tenemos tres objetivos principales," dijo Lorenzo, señalando el mapa desplegado sobre la mesa. "Uno en Marsella, otro en Praga y el último en Estambul. Si los atacamos en ese orden, podemos desestabilizar toda su red de transporte."

"Necesitamos precisión," intervine, observando cada punto en el mapa con cuidado. "Si cometemos un error, Sokolov nos aplastará antes de que podamos reaccionar."

"Entonces no cometeremos errores," dijo Alekséi con firmeza, cruzando los brazos.

La primera operación estaba programada para dos días después. Marsella era el objetivo más cercano y también el más vulnerable, según la información de Kronos.

Pasé la noche revisando cada detalle del plan, asegurándome de que no hubiera cabos sueltos. Pero mientras estaba sentada en mi oficina, con el mapa frente a mí y un vaso de whisky en la mano, no podía sacudirme una sensación persistente: algo no cuadraba.

Llamé a Lorenzo.

"¿Todo parece demasiado fácil, no crees?" le pregunté.

"¿Qué quieres decir?"

"Kronos nos dio información invaluable, pero... ¿y si es una trampa? ¿Y si Sokolov lo está usando para llevarnos justo a donde quiere?"

Lorenzo frunció el ceño, pero asintió lentamente.

"No lo había considerado, pero tienes razón. Este tipo de cosas rara vez son tan simples."

"Quiero una vigilancia extra en cada objetivo," ordené. "Y si detectan algo fuera de lugar, me lo informan de inmediato."

El día de la operación, todo parecía ir según lo planeado. Llegamos a las afueras de Marsella antes del amanecer, con el equipo en sus posiciones. Alekséi estaba a mi lado, su calma habitual intacta.

"¿Lista para esto?" preguntó, su voz baja pero cargada de determinación.

"Siempre," respondí, aunque mi mente seguía trabajando en mil posibilidades diferentes.

Los camiones comenzaron a llegar a la ubicación marcada en el mapa. Eran exactamente como Kronos los había descrito: tres vehículos escoltados por un grupo reducido de hombres armados.

"Esperen mi señal," dije por el comunicador, observando cómo los camiones se detenían en un almacén.

Todo ocurrió demasiado rápido. Apenas di la señal para atacar, y los francotiradores eliminaron a los guardias principales, pero entonces un estruendo sacudió el aire.

"¡Es una trampa!" gritó Lorenzo por el comunicador.

Explosiones comenzaron a retumbar alrededor de nosotros, y el caos se desató. Los hombres de Sokolov no estaban allí para transportar cargamento; estaban esperando nuestra llegada, armados hasta los dientes.

Alekséi y yo nos cubrimos detrás de un vehículo mientras los disparos llovían desde todas direcciones.

"Sabía que algo no estaba bien," dije, mi voz llena de rabia.

"Cállate y dispara," respondió Alekséi, apuntando a uno de los atacantes y derribándolo con precisión letal.

Nos tomó casi media hora recuperar el control de la situación. Aunque nuestras bajas fueron mínimas, el mensaje era claro: Sokolov sabía que íbamos tras él, y no iba a dejarnos avanzar tan fácilmente.

Cuando todo terminó, Lorenzo se acercó, con el rostro cubierto de polvo y sangre.

"Esto fue demasiado cerca," dijo, su tono lleno de preocupación.

"Demasiado," admití, mirando los restos del almacén.

Alekséi se acercó, con una expresión que era una mezcla de furia y determinación.

"Kronos nos traicionó," dijo con firmeza.

"No lo sabemos con certeza," respondí, aunque una parte de mí estaba de acuerdo con él.

"Lo averiguaremos," dijo Alekséi, y por la forma en que lo dijo, supe que no planeaba ser amable al hacerlo.

De regreso en Milán, la tensión era palpable. Alekséi no perdió tiempo en contactar a Kronos, exigiendo respuestas. Cuando el hacker no contestó, supe que algo estaba mal.

"Está huyendo," dijo Alekséi, su tono gélido. "Lo encontraré."

"No sin mí," dije, cruzándome de brazos.

Alekséi me miró por un momento, como si estuviera considerando discutir, pero finalmente asintió.

"Bien," dijo. "Pero cuando lo encontremos, quiero que seas tú quien haga las preguntas."

Asentí, sabiendo exactamente lo que eso significaba. Kronos nos había puesto en peligro, y no iba a salir impune.

La guerra había tomado un giro más oscuro, y la traición ahora estaba en el centro de todo.




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