Entre Sombras y Fuego ( #1 saga fuego)

Capítulo 47: La verdad bajo presión

Narrado por Isabella

El rugido del motor del camión era el único sonido que llenaba el silencio entre Alekséi y yo mientras nos dirigíamos a nuestro punto de extracción. Las armas químicas seguían en el contenedor trasero, su carga letal recordándonos la gravedad de nuestra situación.

Alekséi mantenía la mirada fija en la carretera, pero su mandíbula apretada y sus manos tensas en el volante delataban su inquietud. Finalmente, rompí el silencio.

"Esto no fue solo una prueba," dije, girándome hacia él. "Morozov sabía que encontraríamos algo como esto. Quería ver cómo reaccionaríamos."

Alekséi asintió lentamente, sin apartar los ojos del camino.

"Y ahora tenemos un problema aún mayor," respondió. "Si se entera de que trajimos esto con vida, puede interpretarlo como desobediencia."

"Si no lo hacemos, perderemos nuestra oportunidad de descubrir quién está detrás de esto," dije, mi tono firme. "No tenemos elección. Tenemos que arriesgarnos."

El punto de extracción estaba en un almacén abandonado en las afueras de Trieste. Cuando llegamos, descargamos las cajas y aseguramos el perímetro. Era un lugar desolado, perfecto para un intercambio discreto.

"¿Y ahora?" preguntó Alekséi mientras terminaba de asegurar una de las cajas.

"Ahora hacemos lo que mejor hacemos," respondí, sacando mi teléfono para contactar a Morozov.

La línea se conectó después del segundo tono, y su voz profunda y calculada llenó el espacio.

"Isabella," dijo. "Espero buenas noticias."

"Las tengo," respondí, con un tono cuidadosamente neutral. "Hemos interceptado el envío. Encontramos algo interesante."

"¿Interesante cómo?" preguntó, su tono volviéndose más agudo.

"Armas químicas," dije sin rodeos. "Alguien está utilizando tus rutas para contrabandearlas."

Hubo un silencio tenso al otro lado de la línea antes de que hablara nuevamente.

"Llévalas a mi base. Quiero verlas personalmente."

La llamada terminó, y Alekséi me miró con una mezcla de incredulidad y preocupación.

"¿De verdad planeas entregarle esto?" preguntó.

"Por ahora, sí," respondí, cargando mi arma. "Pero no sin asegurarnos de que no pueda usarlas contra nosotros."

Abrimos una de las cajas y comenzamos a inspeccionar las armas químicas. Encontramos etiquetas con números de serie y un logotipo que reconocí de inmediato.

"Esto es tecnología militar," murmuré, señalando el emblema. "Rusa."

Alekséi maldijo en voz baja.

"Esto no solo compromete a Morozov," dijo. "Esto nos compromete a todos."

Decidimos dejar rastros de nuestra intervención. Alekséi alteró los mecanismos internos de las armas, asegurándose de que fueran inútiles sin un código que solo él conocía.

"Si Morozov intenta usarlas, no podrá," explicó mientras trabajaba. "Y si alguien más lo hace, al menos tendremos una ventaja."

Cuando terminamos, cargamos nuevamente las cajas en el camión y nos dirigimos hacia la base de Morozov.

La base estaba más activa que nunca cuando llegamos. Guardias armados patrullaban el perímetro, y los asistentes de Morozov se movían apresuradamente entre los edificios.

Nos escoltaron directamente a una sala de reuniones, donde Morozov nos esperaba. Su expresión era impenetrable, pero sus ojos analizaban cada uno de nuestros movimientos.

"¿Dónde están las armas?" preguntó, sin molestarse en intercambiar saludos.

"En el camión, bajo custodia," respondí, manteniendo mi postura firme.

"Muéstrenmelas," ordenó.

Lo llevamos hasta el camión, y Alekséi abrió una de las cajas. Morozov se inclinó para inspeccionarla, sus ojos brillando con algo que podría haber sido satisfacción o pura avaricia.

"Bien hecho," dijo finalmente, volviéndose hacia nosotros. "Esto prueba que están listos para tareas más importantes."

"Esto no es solo un contrabando," dije, cruzándome de brazos. "Alguien dentro de tu organización está trabajando en tu contra. Estas armas no iban dirigidas a tus enemigos, sino a tus aliados."

Morozov levantó una ceja, su expresión endureciéndose.

"¿Tienes pruebas?"

"Las etiquetas," respondí, señalando las marcas en las armas. "Rastrearlas podría llevarnos a los responsables."

Morozov asintió lentamente, considerando mis palabras.

Más tarde, en privado, Alekséi y yo discutimos nuestro siguiente movimiento.

"Estamos caminando sobre hielo delgado," dijo, mientras revisaba el resto de las cajas.

"Lo sé," respondí. "Pero es nuestra mejor oportunidad para derribarlo desde adentro."

Alekséi se detuvo y me miró fijamente.

"¿Y si él ya sabe quiénes somos?"

"Entonces es una carrera para ver quién actúa primero," dije, con una leve sonrisa amarga.

Sabíamos que cada paso que dábamos nos acercaba más a una confrontación inevitable. Pero no había vuelta atrás.




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