Narrado por Isabella
Los días que siguieron estuvieron llenos de un silencio tenso en nuestra base. La información en el USB que Petrov me había entregado confirmó lo que más temía: mi padre no solo estaba vinculado a Morozov, sino que había financiado varias de sus operaciones en secreto.
El archivo detallaba transacciones, rutas de transporte, e incluso acuerdos para proteger algunos de los almacenes de Morozov en Italia. Era una red intrincada que involucraba más personas de las que me gustaría admitir, muchas de ellas bajo nuestra propia organización.
Alekséi estaba sentado frente a mí, revisando el contenido del USB por tercera vez. Su rostro permanecía sereno, pero sus ojos traicionaban su preocupación.
"Esto es más grande de lo que pensamos," dijo finalmente, girándose hacia mí.
"Lo sé," respondí, mi voz baja pero firme. "Y no podemos ignorarlo."
Llamé a Sofía y Valeria al despacho una vez más. Sabía que ambas seguían procesando la idea de que nuestro padre estuviera involucrado, pero no había tiempo para sentimentalismos.
"Esto es lo que sabemos," comencé, señalando la pantalla de la computadora donde Alekséi había organizado los documentos clave. "Papá no solo trabajó con Morozov; lo ayudó a infiltrarse en nuestro territorio. Sin su apoyo, Morozov nunca habría tenido tanta influencia aquí."
Sofía apartó la mirada, sus ojos vidriosos por las lágrimas que luchaba por contener. Valeria, en cambio, golpeó la mesa con el puño.
"Esto es inaceptable," dijo, su voz cargada de ira. "Tiene que haber una explicación. Tal vez lo hizo por protegernos."
"¿Protegernos?" repliqué, mi tono frío. "¿Protegernos entregándole a Morozov el control de nuestras rutas y nuestros aliados? Esto no es protección, Valeria. Es traición."
Sofía finalmente habló, su voz apenas un susurro. "¿Qué vamos a hacer?"
Decidir qué hacer fue más difícil de lo que pensé. Mi padre no era solo el hombre que nos había criado; también era el líder que había construido el imperio que ahora yo encabezaba. Confrontarlo significaba arriesgar todo, pero ignorarlo sería un error fatal.
"Lo enfrentaremos," dije finalmente, mi decisión firme. "Pero lo haremos con pruebas. No voy a permitir que salga de esto sin rendir cuentas."
"¿Y si se niega a escucharnos?" preguntó Valeria.
"Entonces tomaremos el control completo," respondí. "Esto ya no se trata de familia. Se trata de supervivencia."
Esa noche, Alekséi y yo discutimos el plan para confrontar a mi padre. Aunque él se mantenía tranquilo, podía sentir su preocupación.
"Esto no será fácil para ti," dijo mientras revisábamos los últimos detalles.
"No espero que lo sea," respondí. "Pero es necesario."
Me detuve un momento, mirando fijamente el mapa que teníamos frente a nosotros. "¿Qué harías tú si estuvieras en mi lugar?"
Alekséi me miró, su expresión más suave de lo habitual. "Harías lo correcto, como siempre haces. Pero recuerda que a veces lo correcto también duele."
Al día siguiente, viajamos a la villa de mi familia en las colinas de Toscana. Era un lugar aislado, rodeado de viñedos y campos interminables. Un lugar que solía significar paz para mí, pero que ahora solo representaba un campo de batalla.
Mis hermanas y yo entramos juntas, mientras Alekséi y algunos de sus hombres se quedaban fuera, listos para intervenir si las cosas se salían de control.
Mi padre estaba en su despacho, sentado tras un escritorio de caoba que parecía demasiado grande para él en ese momento. Cuando nos vio entrar, sonrió, pero su expresión se tensó al notar la seriedad en nuestros rostros.
"¿A qué debo el honor de esta visita?" preguntó, con su tono usual de autoridad.
"Queremos respuestas," dije sin rodeos, arrojando una carpeta con las pruebas sobre su escritorio.
El silencio en la habitación era insoportable mientras mi padre revisaba los documentos. Su rostro permanecía impasible, pero sus manos temblaban ligeramente. Finalmente, levantó la mirada hacia mí.
"¿Dónde conseguiste esto?" preguntó.
"No importa dónde lo conseguí," respondí. "Lo que importa es que es verdad. ¿Qué tienes que decir al respecto?"
Él suspiró, pasándose una mano por el cabello. "Hice lo que debía hacer para proteger esta familia."
"¿Protegernos?" exploté. "¿Aliarte con el hombre que ha intentado destruirnos? ¿Eso te parece protección?"
"Morozov es un enemigo poderoso," dijo, su voz más baja. "Era mejor tenerlo como aliado que como rival."
"Te equivocaste," dije con firmeza. "Y ahora estamos pagando por tu error."
La conversación se intensificó rápidamente. Mis hermanas intentaban mediar, pero yo no podía contener mi enojo. Finalmente, mi padre se levantó, golpeando el escritorio con ambas manos.
"¡Soy tu padre! ¿Quién eres tú para cuestionarme?"
"Soy tu hija," respondí, mi voz cargada de determinación. "Y también soy la líder de esta familia ahora. Tus decisiones nos han puesto en peligro, y no puedo seguir permitiéndolo."
Nos miramos fijamente, una batalla silenciosa de voluntades. Finalmente, mi padre se dejó caer en su silla, derrotado.
"Haz lo que tengas que hacer," dijo, su voz apenas un susurro.
Cuando salimos del despacho, mis hermanas estaban en silencio, procesando lo que acababa de suceder. Alekséi nos esperaba fuera, su mirada fija en mí.
"¿Y ahora?" preguntó.
"Ahora tomamos el control," respondí. "Y nos aseguramos de que nadie más nos traicione."
Sabía que la batalla contra Morozov estaba lejos de terminar, pero por primera vez en mucho tiempo, sentí que tenía el control. Y no pensaba perderlo.