Entre Sombras y Fuego ( #1 saga fuego)

Capítulo 58: Estrategias y traiciones

Narrado por Isabella

La noche era sofocante, no por el calor, sino por el peso de las decisiones que teníamos que tomar. Sentados alrededor de la mesa en nuestra base, los documentos del maletín estaban extendidos frente a nosotros como piezas de un rompecabezas que no quería encajar. Alekséi, mis hermanas y yo habíamos pasado las últimas horas analizando cada detalle, tratando de encontrar una debilidad en los planes de Morozov.

"Esto no es solo un golpe," dijo Valeria, señalando uno de los mapas. "Es una declaración de guerra."

"Lo sé," respondí, apretando la mandíbula. "Y si lo dejamos avanzar, no solo perderemos nuestro territorio. Él consolidará un poder que ninguno de nosotros podrá detener."

Sofía, sentada en la esquina de la sala, miraba el disco duro como si fuera una bomba a punto de estallar. "Necesitamos saber quiénes son sus aliados. Si está planeando usar armas químicas, alguien más debe estar detrás de esto. Él no tiene los recursos para operar algo así solo."

Alekséi, que había estado en silencio hasta ahora, finalmente habló. Su voz era grave, cargada de una mezcla de determinación y preocupación.

"Hay una forma de detenerlo, pero no les va a gustar," dijo, mirando a cada uno de nosotros.

"¿Qué sugieres?" pregunté, cruzando los brazos.

"Un ataque directo," respondió, sin titubear. "Golpeamos sus almacenes antes de que pueda mover las armas. Destruimos su suministro y hacemos que parezca un ataque de otra organización. Así, lo debilitamos y sembramos el caos entre sus aliados."

"Eso es una locura," dijo Sofía, sacudiendo la cabeza. "Si algo sale mal, seremos nosotros quienes quedemos expuestos."

"¿Y cuál es la alternativa?" preguntó Alekséi, clavando sus ojos en ella. "¿Esperar a que use esas armas y arrase con todo lo que hemos construido? No tenemos tiempo para ser cautelosos."

El silencio llenó la sala mientras todos considerábamos sus palabras. Sabía que tenía razón. Morozov no nos daría otra oportunidad para detenerlo, y el riesgo de quedarnos quietos era demasiado grande.

"Lo haremos," dije finalmente, tomando una decisión.

"¿Estás segura?" preguntó Valeria, sus ojos reflejando una mezcla de duda y preocupación.

"Totalmente," respondí. "Pero no será solo un ataque. Necesitamos un plan que nos asegure el éxito."

Pasamos las siguientes horas trazando una estrategia. Dividimos las tareas: Sofía se encargaría de hackear los sistemas de seguridad de los almacenes, Valeria coordinaría a nuestros hombres, y Alekséi y yo lideraríamos el ataque. Cada detalle debía ser perfecto.

Mientras los demás se dispersaban para preparar sus partes, Alekséi se quedó conmigo. Sus ojos me estudiaban con una intensidad que hacía que mi piel se erizara.

"Esto podría cambiar todo," dijo, su voz más suave ahora que estábamos solos.

"Lo sé," respondí, manteniendo mi mirada fija en los mapas.

"Isabella," dijo, dando un paso hacia mí. "Si algo sale mal..."

"No saldrá mal," lo interrumpí. "No pienso perder."

Él extendió la mano, tomando la mía con firmeza. "No pienso perderte."

Sus palabras me desarmaron, aunque intenté no mostrarlo. Alekséi siempre había sido una mezcla de fuerza y vulnerabilidad, y en ese momento, su sinceridad era casi insoportable.

La noche del ataque llegó más rápido de lo que esperaba. Nos encontramos en un lugar remoto, a unos kilómetros del primer almacén de Morozov. La tensión en el aire era palpable mientras dábamos las últimas instrucciones.

"Recuerden, esto debe parecer obra de otra organización," dije, mirando a mis hombres. "No dejen rastros que puedan conducirnos de vuelta aquí."

Todos asintieron, y Alekséi y yo nos dirigimos al frente del grupo. Su presencia a mi lado era un recordatorio constante de lo mucho que estaba en juego, no solo por el ataque, sino por todo lo que habíamos construido juntos.

"¿Lista?" me preguntó, con esa sonrisa arrogante que siempre me hacía querer golpearlo y besarlo al mismo tiempo.

"Siempre," respondí, ajustando mi arma.

El primer almacén estaba sorprendentemente desprotegido. Gracias a las habilidades de Sofía, habíamos desactivado las cámaras y los sistemas de alarma, lo que nos permitió entrar sin problemas. Pero sabía que la verdadera prueba sería mantenernos dentro el tiempo suficiente para destruir todo sin ser descubiertos.

Alekséi y yo lideramos el grupo hacia el corazón del almacén, donde se encontraban las armas químicas. Cuando vi los contenedores, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Eran más de los que esperaba, y la idea de lo que podrían hacer en las manos equivocadas era aterradora.

"Coloquen los explosivos," ordené, intentando mantener la calma.

Todo iba según lo planeado hasta que escuché el sonido de pasos apresurados en la entrada. Alekséi reaccionó primero, empuñando su arma y posicionándose para protegernos.

"Tenemos compañía," dijo, su tono mortalmente serio.

Los hombres de Morozov habían llegado antes de lo esperado. Sabía que no podíamos permitirnos una confrontación prolongada.

"Valeria," dije por el comunicador. "¿Cuánto tiempo necesitamos para que los explosivos estén listos?"

"Cinco minutos," respondió ella.

"Nos daremos ese tiempo," dije, mirando a Alekséi. "Cubre la salida."

"Ten cuidado," respondió, antes de moverse hacia la puerta.

Los siguientes minutos fueron un caos. Disparos, gritos y el sonido ensordecedor de las alarmas llenaron el aire. Mis hombres luchaban con todo lo que tenían para mantener a raya a los enemigos, mientras yo supervisaba la colocación de los explosivos.

Cuando finalmente estuvo todo listo, di la orden de retirada. Alekséi apareció a mi lado, cubierto de sudor y con una expresión de puro desafío en su rostro.

"Hora de irnos," dijo, tomando mi mano y guiándome hacia la salida.

Mientras corríamos hacia un lugar seguro, las explosiones iluminaron el cielo nocturno. Era un espectáculo aterrador y hermoso al mismo tiempo, una señal de nuestra victoria, pero también un recordatorio de lo lejos que estábamos dispuestos a llegar para proteger lo nuestro.




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