Narrado por Isabella
La noche estaba fría y silenciosa, como si incluso el universo supiera lo que estaba por suceder. Estábamos en un muelle desierto, lejos de todo, lejos de las guerras y los aliados. El aire olía a sal y a despedidas, y mi pecho dolía más con cada segundo que pasaba. Alekséi estaba frente a mí, su figura alta y fuerte parecía inquebrantable, pero sus ojos... sus ojos lo decían todo.
"¿Esto es lo que realmente quieres?" preguntó, rompiendo el silencio. Su voz era baja, apenas un susurro, como si temiera que las palabras se volvieran reales al decirlas.
"No se trata de lo que quiero, Alekséi," respondí, esforzándome por mantener mi voz firme. "Se trata de lo que debemos hacer. Ambos sabemos que esto... lo nuestro... no tiene lugar en nuestros mundos."
Él dio un paso hacia mí, tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo en medio del frío. Su mandíbula estaba tensa, y su mirada, tan intensa como siempre, parecía atravesarme.
"Eres más terca de lo que pensé," dijo, con una leve sonrisa amarga. "¿Cómo puedes rendirte tan fácilmente? Luchamos juntos, Isabella. Hemos enfrentado lo peor, y ahora... ¿me estás diciendo que esto es el final?"
Quería gritarle que no. Quería decirle que lo último que quería era alejarme de él, que lo amaba más de lo que había amado a nadie en mi vida. Pero no podía.
"Esto no es rendirse, Alekséi," dije, mi voz temblando. "Es proteger lo que nos queda. Tú tienes un imperio que reconstruir, y yo... yo tengo una familia que depende de mí. Si seguimos juntos, seremos la ruina del otro."
Alekséi negó con la cabeza, frustrado. "¿Y qué pasa con nosotros? ¿Qué pasa con todo lo que hemos compartido?"
"No podemos ser egoístas," dije, apartando la mirada. "Nuestros mundos nos destruirían. ¿Acaso no lo ves? Esta guerra puede haberse detenido, pero la tregua es frágil. Si nos descubren, todo lo que hemos logrado se derrumbará."
"Siempre piensas en todos los demás," dijo, acercándose aún más. "Pero, ¿cuándo pensarás en ti misma, Isabella? ¿Cuándo te permitirás ser feliz?"
Su voz se quebró ligeramente al final, y sentí que mi corazón se rompía un poco más. Alekséi, el hombre que había jurado protegerme y que, de alguna manera, se había convertido en mi mayor debilidad, estaba rogándome que me quedara.
"Esto no es sobre felicidad," respondí, mi voz apenas audible. "Es sobre sobrevivir. Tú y yo somos enemigos, Alekséi. Siempre lo hemos sido, y aunque quisiera, no puedo cambiar eso."
Él extendió la mano, tocando mi rostro con una suavidad que me desarmó. "No somos enemigos, Isabella. No después de todo lo que hemos pasado. Somos dos personas atrapadas en un juego que no pedimos jugar. Pero si tú dices que esto es el final, lo aceptaré. Solo quiero que sepas una cosa."
"¿Qué?" pregunté, mi voz quebrada.
"Te amo," dijo, sus ojos fijos en los míos. "Te amo de una forma que nunca creí posible. Y aunque no pueda tenerte, siempre lo haré."
Las lágrimas comenzaron a llenar mis ojos, pero me negué a dejarlas caer. No podía permitirme ese lujo, no frente a él.
"Y yo te amo, Alekséi," confesé, dejando que las palabras se liberaran de mi pecho. "Te amo más de lo que debería, más de lo que es seguro. Pero eso no cambia nada."
Él asintió lentamente, como si estuviera procesando mis palabras. Luego, bajó la mano y dio un paso atrás. El vacío que dejó fue inmediato, como si hubiera arrancado una parte de mí al alejarse.
"Entonces, esto es un adiós," dijo, su voz grave.
"Sí," respondí, aunque la palabra me quemaba en la garganta.
Se quedó en silencio por un momento, luego se inclinó hacia mí y me besó. Fue un beso cargado de desesperación, de amor y de despedida. Sentí que todo lo que habíamos sido, todo lo que habríamos podido ser, estaba contenido en ese momento.
Cuando se separó, sus ojos estaban vidriosos, y su rostro mostraba un dolor que reflejaba el mío.
"Cuídate, Isabella," dijo, retrocediendo lentamente.
"Tú también," respondí, mi voz apenas un susurro.
Lo vi alejarse, su silueta desapareciendo en la oscuridad de la noche. Cada paso que daba era como una puñalada en mi pecho, pero me obligué a quedarme quieta, a no correr tras él.
Cuando finalmente desapareció, dejé que las lágrimas cayeran. Sabía que esta era la única opción, pero eso no hacía que doliera menos. Alekséi había sido mi igual, mi confidente, mi amor. Y ahora, era solo un recuerdo.
Me quedé allí, en el muelle, mirando el agua oscura. El viento soplaba con fuerza, llevándose con él las últimas palabras que nunca le dije. Sabía que la vida continuaría, que habría más batallas que librar, pero una parte de mí siempre pertenecería a Alekséi, el hombre que había amado y dejado ir.
Y mientras el primer rayo de sol iluminaba el horizonte, me prometí a mí misma que, pase lo que pase, siempre recordaría esta noche. Porque en un mundo lleno de caos y violencia, había encontrado algo real, aunque fuera por un breve instante.
Algo que nunca olvidaría.