Al día siguiente, Clara caminaba por el parque, reflexionando sobre la discusión de la noche anterior. Comprendió que la vida no era simple, que no todo era blanco o negro, y que cada persona llevaba consigo su propia carga y errores.
—Julián —dijo Clara, hablando en voz baja mientras se sentaban en un banco—. A veces siento que todo es demasiado complicado. ¿Cómo saber qué está bien y qué está mal?
—No siempre hay una respuesta clara —respondió Julián—. Lo importante es actuar con honestidad y asumir las consecuencias. La vida es compleja, y aprender a navegarla requiere tiempo.
Clara asintió, sintiendo que un pequeño peso se aliviaba. Entendió que la perfección nunca existió, y que aceptar la complejidad de las personas era parte de crecer.