Esa noche, la lluvia caía sin descanso. Clara se recostó en su cama, escuchando el sonido de las gotas golpeando el techo. Cada golpe parecía marcar el ritmo de sus pensamientos: secretos, miedos, decisiones pendientes.
Recordó las palabras de Sofía, las conversaciones con Julián, los silencios de sus padres. Todo formaba un entramado complicado que la confundía y a la vez la motivaba a descubrir la verdad.
—Debo ser fuerte —susurró para sí misma—. No puedo dejar que los secretos me definan.
La lluvia continuó cayendo, y Clara sintió que, a pesar de la oscuridad y la tristeza, una pequeña luz interior comenzaba a brillar: la fuerza de enfrentar la verdad y encontrar su propio camino.