Un día, Clara decidió hablar con su madre sobre algo que la había estado molestando por semanas. Su corazón latía con fuerza, pero sabía que era necesario enfrentar la situación.
—Mamá, necesito decirte algo —dijo, con la voz firme pero temblorosa—.
La conversación fue intensa, con emociones a flor de piel, pero también fue un paso hacia la honestidad y la madurez. Clara sintió que, aunque difícil, ser valiente para hablar de sus sentimientos y preocupaciones era liberador.