Clara empezó a reconocer su propia fuerza. Cada desafío escolar, familiar y emocional se convirtió en una oportunidad para crecer y aprender. Reflexionaba en silencio, escribiendo en su diario y reconociendo sus logros, por pequeños que fueran.
—Estoy más fuerte de lo que pensé —escribió—. Cada miedo enfrentado, cada lágrima derramada, me ha enseñado que puedo manejar más de lo que creía.
La fortaleza no solo venía de la lucha externa, sino de la aceptación y el entendimiento de sus emociones internas.