A pesar de los conflictos, Clara empezó a disfrutar de pequeños momentos felices: risas con Julián, conversaciones sinceras con amigos y tardes tranquilas de lectura y reflexión. Cada instante de alegría era un recordatorio de que la vida también tenía luz, incluso en tiempos difíciles.
—Estos momentos son los que hacen que todo valga la pena —pensó Clara—.
La felicidad no dependía de la ausencia de problemas, sino de aprender a encontrarla incluso en medio de la adversidad.