A pesar de los conflictos y secretos, Clara empezó a disfrutar de pequeños instantes de alegría: paseos con Julián, tardes de lectura, conversaciones sinceras con amigos. Cada momento le recordaba que la vida no estaba hecha solo de problemas, sino también de luz y esperanza.
—Estos instantes son los que hacen que todo valga la pena —pensó Clara mientras observaba el atardecer desde el parque—.
Aprendió que la felicidad no depende de la ausencia de problemas, sino de la capacidad de apreciarla aun en medio de ellos.