Entre sombras y piel

CAPÍTULO 2 – Bajo el mismo fuego

Adrik

Cinco años.
Cinco jodidos años sin verla.
Y sin embargo, bastó un segundo para que todo dentro de mí se quebrara.

Valentina Serrano entró a mi oficina como si no supiera que llevaba años habitando mis recuerdos. Tan hermosa como siempre. Tan altiva. Tan malditamente ella. Su aroma golpeó mi pecho antes que su voz, y su mirada… esa mirada que alguna vez me rogó que me quedara, hoy estaba llena de acero.

Creí que estaba preparado. Que podría verla y no sentir nada.

Mentí.

Cuando nuestros ojos se encontraron, todo el autocontrol que tanto me había costado construir tambaleó.
Recordé sus manos temblando en mi piel.
Su voz jadeando mi nombre.
El modo en que lloró mientras dormía entre mis brazos la última noche.
La noche en que la dejé.

—Valentina —dije su nombre con la lengua seca, como quien prueba un veneno que anhelaba.

Ella no titubeó. Esa mujer no era la misma niña dulce de antes.
Esta versión de ella sabía cómo atacar, cómo clavarte una daga sin mover un dedo.

Y eso… me encendió.

Cada paso que di hacia ella me dolió. No por miedo. Sino por culpa. Por deseo. Por todo lo que no podía volver atrás.

¿Y si la tocaba?
¿Y si la tenía tan cerca que volvía a fallar?

—¿Sigues temblando cuando te toco, Valentina?

No era una pregunta. Era un maldito impulso. Uno que no pude evitar.

Su respuesta fue una bala directa al pecho:

—¿Quieres comprobarlo, Adrik?

Me dolía cuánto la extrañaba.
Y cuánto la deseaba aún.

Pero no podía tenerla sin destruirla.
Y ella… ella ya tenía suficiente sombra sobre sus hombros.

---

Valentina

Su voz me tembló en los huesos.

Había entrenado durante años para ese momento. Me repetí que no caería, que podía enfrentarlo sin que mi corazón se traicionara. Pero apenas lo escuché decir mi nombre, lo supe: el fuego seguía ahí. Dormido, sí. Pero no apagado.

Lo vi luchando consigo mismo. Me observaba como si no supiera si besarme o pedirme perdón.

Pero no lo haría.

Adrik Demyanov no pedía perdón.

Solo poseía.
Solo tomaba.

Y, por primera vez, no iba a dejar que me tuviera tan fácil.

—¿Quieres comprobarlo, Adrik?

Lo dije sin pestañear, aunque por dentro estaba ardiendo.
Quería que lo sintiera. Que supiera que no tenía el mismo control de antes.

Él se acercó un poco más. Su olor me envolvió como una jaula. Ese maldito aroma a madera, tabaco y poder.
Mis piernas querían rendirse.
Mi alma, también.

Pero no.
No esta vez.

—No vine a jugar, Demyanov —añadí con frialdad—. Esto es trabajo. Lo que pasó entre nosotros quedó atrás.

Mentira.
Cada parte de mí seguía atrapada en esas noches.
Pero si él quería hacerme arder… tendría que sudar por ello.

Él no respondió. Solo me miró como si pudiera leer mis pensamientos.

Y ese fue su primer error:
Yo ya no era la misma.
Y esta vez… el fuego no me iba a consumir sola.



#2663 en Otros
#509 en Acción
#6129 en Novela romántica

En el texto hay: mafia +21 herencia, mafia amor

Editado: 26.03.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.