Entre sombras y piel

CAPÍTULO 6 – Sombras entre copas

Valentina

El salón brillaba con luces doradas y murmullos elegantes. Vestidos de diseñador, joyas que relucían como mentiras bien contadas, y sonrisas de porcelana que ocultaban cuchillos. Bienvenidos al mundo donde las apariencias importan más que las verdades.

Yo estaba en mi elemento. Al menos, eso parecía.

Mi vestido era negro con detalles dorados, abrazando mis curvas como una promesa no cumplida. Caminaba entre empresarios, políticos y mafiosos disfrazados de filántropos, como si no llevara una bomba de tiempo en el pecho.

Porque él estaba allí.
Lo sentí antes de verlo.

Adrik.

Lo vi al fondo, vestido de negro, sin corbata, copa en mano. Sus ojos me encontraron con la precisión de una bala.
Y en ese momento, el aire dejó de moverse.

No cruzamos palabra.
No aún.
Pero su mirada me desnudó por completo.

Me giré antes de perder el control.

—Valentina Serrano —dijo una voz grave a mis espaldas.

Me volteé con una sonrisa perfecta.
Luca Di Benedetto.

Traje gris, sonrisa encantadora, barba de diseñador. Y en sus ojos… una oscuridad diferente a la de Adrik. Más sutil. Más calculada.

—Señor Di Benedetto —respondí con elegancia—. Qué sorpresa verlo por aquí.

—Sabía que vendrías. Y me alegra haber tenido razón —dijo, tomando mi mano para besarla suavemente—. Aunque confieso… no eres fácil de encontrar últimamente.

—A veces es mejor perderse —dije, soltando mi mano con sutileza.

Sus ojos brillaron.
Y lo sentí.
Esa tensión no era simple atracción. Era caza.

—¿Bailarías conmigo?

No quería. Pero tampoco iba a mostrarle debilidad.
Ni a Luca.
Ni a Adrik, que nos observaba desde la esquina.

—Claro.

Su mano en mi cintura fue firme, demasiado cómoda. El ritmo lento, envolvente, como una conversación muda. Me hablaba con su cuerpo. Me decía que sabía. Que quería. Que podía.

Pero yo ya sabía lo que era bailar con fuego.
Y Adrik… era lava.

Giré la cabeza solo un poco. Y allí estaba él.
Serio. Imposible de leer.
Pero su mandíbula tensa y el vaso medio vacío hablaban por él.

Celoso.
Y furioso.

Perfecto.

—¿Qué relación tienes con Demyanov? —preguntó Luca al oído, como si su aliento no me erizara la piel.

—La que se tiene con un incendio que no puedes apagar.

Él sonrió.
—Entonces, ¿por qué bailar en la lluvia conmigo?

Me detuve.
Lo miré fijamente.

—Porque a veces… necesitas sentir otra clase de peligro para recordar de qué estás hecha.

---

Adrik

Ella estaba bailando con él.
Y yo estaba a punto de romperle un vaso a alguien.

Luca tenía su mano muy bajo en su cintura. Y ella… ella lo dejaba. O eso parecía. Porque yo la conocía. Sabía leer su cuerpo, su cuello tenso, su sonrisa medida.

Era una guerra.
Y yo la estaba perdiendo.

Me acerqué.
Lento. Seguro. Como un depredador herido.

—Di Benedetto —dije al llegar—. ¿Te estás divirtiendo?

Él sonrió.
—Valentina es una mujer fascinante.

—Lo sé. Por eso me cuesta tanto compartirla.

Ella me fulminó con la mirada.

—No soy una copa de vino, Adrik. No se me comparte, ni se me posee.

—Tienes razón —susurré, inclinándome hacia ella—. Se te bebe hasta la última gota… o se muere uno de sed.

Sus pupilas se dilataron. Lo noté.
Y su respiración… se desordenó por un segundo.

Luca carraspeó.
—Parece que hay tensión entre ustedes. Deberían resolverla.

—Lo haremos —respondió ella antes que yo, con voz suave pero firme—. A nuestra manera.

Y con eso, se giró y se fue.

Como si no acabara de encendernos a los dos.

---

Más tarde, sola en casa

No podía dormir.

Ni por Luca.
Ni por Adrik.
Ni por el fuego entre mis piernas que no sabía si era rabia… o deseo.

Adrik me había dicho más con una frase que cualquier otro hombre en años.

Y yo…
yo había mentido cuando dije que no me poseía.

Porque lo hacía.

Hasta cuando no estaba.



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En el texto hay: mafia +21 herencia, mafia amor

Editado: 26.03.2025

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