Entre sombras y piel

CAPÍTULO 7 – Al borde del abismo

Valentina – Presente

No sabía por qué había ido.

Quizá porque el vino no bastó. Porque los recuerdos no paraban. Porque necesitaba respuestas que no cabían en mensajes anónimos.

Quizá, simplemente… porque seguía siendo suya, aunque no quisiera admitirlo.

El penthouse de Adrik no había cambiado. El mismo olor a madera, cuero caro y silencio. Pero esta vez, no había luz tenue ni música suave. Solo él, parado frente a la ventana, con el skyline de la ciudad reflejado en sus ojos.

—Pensé que no vendrías —dijo sin girarse.

—Yo también lo pensé —respondí, cerrando la puerta tras de mí.

Me acerqué sin prisa, como si cualquier paso en falso pudiera desencadenar un terremoto. Cuando estuvo lo bastante cerca, vi su perfil. La tensión en su mandíbula. La mano cerrada sobre un vaso.

—¿Qué quieres de mí, Adrik?

Él giró lentamente. Y esa mirada… me rompió.

No era el hombre que mandaba. Era el que pedía en silencio.

—Quiero dejar de imaginarte con él —confesó con voz rasposa—. Quiero dormir sin tu nombre en mi boca. Quiero tocarte y no tener que fingir que no me importas.

Di un paso más.
—¿Y si yo ya no soy la misma?

—Mejor. Así no te haré tanto daño como antes.

Se acercó, despacio. Me sostuvo el rostro con ambas manos. No me besó. No aún.

—Pero si me dejas… —murmuró, bajando la mirada a mis labios— prometo hacerte olvidar que alguna vez te rompí.

Y entonces… me besó.

Lento. Profundo. Como si me leyera con los labios. Como si supiera que ahí, en ese momento, podía perderlo todo.

Sus manos bajaron por mis brazos, luego a mi espalda. Yo me aferré a su camisa, temblando. Su cuerpo se pegó al mío, duro, caliente, tan familiar que dolía.

Su lengua acarició la mía con desesperación contenida.
Mi cuerpo respondió. Mi alma gritó.
Y mi corazón… se rindió.

Pero justo cuando sus dedos bajaron por mi cadera, cuando la necesidad podía más que el orgullo…

—No puedo —susurré, separándome de golpe.

Él jadeó, como si yo le hubiera quitado el aire.

—¿Por qué?

—Porque me hiciste prometerme que no volvería a amarte.

---

Adrik – Presente

La vi irse.
Otra vez.

Y me sentí más solo que nunca.

Me apoyé en la pared, con las manos temblando. Mis labios aún sabían a ella. Mi cuerpo ardía. Pero lo que más dolía era su mirada. Esa mezcla de deseo, rabia y miedo.

Como si estuviera luchando contra todo lo que siente.

Igual que yo.

Fui a la caja fuerte del estudio. Saqué una pequeña cajita negra. La abrí.

Un anillo.

De oro blanco.
Con el diamante que una vez quise poner en su dedo.

Apreté los ojos.

---

Flashback – Cuatro años atrás

—¿Te casarías conmigo si pudieras? —pregunté sin pensar.

Ella estaba acostada en mi pecho, respirando lento. Me miró, confundida.

—¿Estás hablando en serio?

—Sí.

Valentina se incorporó. Me tomó la cara entre sus manos.

—Si tú dejaras de esconderme… si dejaras de desaparecer… sí. Lo haría sin dudarlo.

Me tragué las palabras. La idea me quemaba. No por ella. Por mí.

Porque no sabía si podría protegerla.
Porque no quería condenarla a este mundo.

Así que guardé el anillo.
Y nunca lo saqué.

Hasta hoy.

---

Adrik – Presente

Aún lo tenía.
Porque parte de mí aún la soñaba.
Incluso cuando ella ya no lo hacía.



#668 en Otros
#120 en Acción
#1901 en Novela romántica

En el texto hay: mafia +21 herencia, mafia amor

Editado: 26.03.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.