Valentina – Presente
Desperté entre brazos que ya no eran sueño.
Adrik dormía a mi lado, con la respiración tranquila y una mano descansando sobre mi cadera, como si su cuerpo supiera que necesitaba seguir tocándome incluso dormido.
Y yo... no quería moverme.
La noche anterior había sido más que sexo. Más que deseo.
Fue rendición.
Fue romper barreras y dejar que su alma se desnudara junto a la mía.
Pero ahora... la luz del día traía preguntas. Realidad.
Miedo.
Me giré con cuidado para observarlo. Tenía el ceño levemente fruncido incluso dormido, como si su mente no supiera lo que era descansar del todo.
Me pregunté cuántos enemigos había ganado en su lucha por protegerme.
Y cuántos secretos seguía guardando.
Mi pecho se apretó.
Porque amarlo… seguía siendo tan peligroso como desearlo.
---
Adrik – Presente
Sentí su piel antes de abrir los ojos.
Y por un instante, creí que todo estaba bien.
Que por fin la tenía.
Que el pasado se había redimido.
Pero en cuanto abrí los ojos y vi su expresión, lo supe.
Ella también lo sentía: esto no iba a ser fácil.
—¿Estás arrepentida? —pregunté con voz ronca, sin rodeos.
—¿De qué? —respondió ella, apartando la mirada—. ¿De volver a sentir? ¿De no huir?
—De dejarme entrar otra vez.
Se quedó en silencio.
Luego se sentó, envuelta en la sábana, y me miró directo a los ojos.
—No me arrepiento de lo que pasó, Adrik… pero sí me da miedo lo que venga después.
—¿Por mí?
—Por todo. Por ti, por mí… por lo que somos juntos. Lo nuestro no viene limpio. Nunca lo hizo.
—Y nunca lo hará —admití—. Pero lo que siento por ti… tampoco va a cambiar.
Ella tragó saliva. Me miró como si quisiera creerme… pero no pudiera permitírselo del todo.
—Prométeme que no vas a desaparecer otra vez —dijo, bajito.
Me acerqué. Le tomé el rostro entre mis manos.
Y esta vez, no hubo distancia entre nuestras almas.
—Valentina, si alguien intenta alejarte de mí… va a tener que matarme primero.
---
Flashback – Dos años atrás
—¿Te quedas esta noche? —preguntó, envuelta en mi camisa, sentada sobre la encimera de mi cocina.
—Siempre me quedo —respondí, pero ella alzó una ceja.
—No me refiero a eso. No a tu cuerpo. ¿Tú, Adrik… te quedas?
Me congelé.
Porque eso era lo que siempre evitaba: quedarme del todo.
Ella lo sintió.
—Algún día me vas a perder por no saber quedarte —me dijo con voz suave, bajando la mirada.
Y fue justo lo que pasó.
---
Valentina – Presente
Esa tarde, mientras regresaba a mi apartamento con el cuerpo aún sensible y el alma hecha un nudo, recibí una llamada desconocida.
—Señorita Serrano —dijo una voz gruesa, sin emoción—. Deje de acercarse a Adrik Demyanov. O será él quien termine pagando las consecuencias.
Y colgaron.
Me quedé en silencio. Con el celular en la mano y el corazón estrujado.
No era solo un juego de amor.
Era un campo de guerra.
Y yo… ya estaba en medio.