Entre sombras y piel

CAPÍTULO 13 – La piel también aprende a pelear

Valentina – Presente

Cuidarlo fue más difícil de lo que imaginé.
No porque él se negara, sino porque el verlo así… tan humano, tan herido, me partía en mil pedazos.

Le cambié el vendaje, lavé con cuidado la herida en su hombro. No me temblaron las manos. No permití que se me quebrara la voz.
Porque si él había sangrado por mí… yo ya no podía darme el lujo de tener miedo.

—¿Duele? —le pregunté en voz baja, mientras limpiaba con cuidado.

—No más que lo que duele verte pensar que esto no es tu lugar.

Levanté la mirada.

—¿Y si empiezo a hacerlo mío?

Sus ojos se oscurecieron.
No por duda. Por sorpresa.

—¿Hablas en serio?

Asentí.

—No quiero quedarme detrás. No quiero verte pelear solo. Si este mundo va a tragarme… que al menos sepa cómo no ahogarme.

Adrik se incorporó con dificultad y me tomó la cara entre las manos.

—No sabes lo que estás diciendo.

—Tal vez no —susurré—. Pero sé que no quiero volver a verte sangrar sin poder hacer nada.

Él me besó.

Y en ese beso no hubo ternura.
Fue hambre.
Fue entrega.
Fue un pacto silencioso.

---

Adrik – Más tarde esa noche

Valentina estaba en mi oficina, revisando papeles como si llevara años haciéndolo.

Estaba bella. Letal. Serena.

Verla ahí…
no como un adorno, sino como una fuerza en movimiento…
me provocaba un deseo tan intenso como el respeto.

—¿Qué estás buscando? —le pregunté desde el sofá, donde descansaba con el hombro aún adolorido.

—Quiero saber quién está detrás del atentado.

—¿Y si descubres algo que no te gusta?

—Entonces aprendo a digerirlo.

Sonreí.
—Eres peligrosa cuando te lo propones.

—Aprendí del mejor.

Se acercó a mí, despacio.
Se sentó sobre mis piernas, cuidando mi herida, y me acarició el rostro con los dedos.

—¿Sabes lo que pasa cuando dejas que alguien entre demasiado profundo?

—¿Qué?

—Ya no puedes sacarlo… sin destruirte también.

Me besó el cuello.
Y luego bajó.
Su boca, su lengua, sus manos…
Todo en ella era devoción y fuego.

Me desnudó sin prisa. Me tocó como si me reconstruyera.
Y cuando me tuvo en su boca, lo hizo como si fuera su forma de curarme.

Yo me dejé caer.

No por debilidad.
Por amor.

La levanté en mis brazos y la llevé hasta el sofá. La desnudé pieza por pieza, mientras ella me miraba sin miedo.

La penetré con cuidado, por la herida.
Pero con hambre.
Con necesidad.

Nos movimos lento. Respirando juntos. Sintiendo juntos.

—Eres todo lo que quise evitar… —murmuré contra su piel.

—Y aún así, aquí estás —respondió ella, moviendo sus caderas con una cadencia que me arrancaba el alma.

Y ahí, entre jadeos y suspiros, lo entendí:

Ya no era el único con sangre en las manos.
Ahora ella también estaba lista para pelear.

Por mí.
Por los dos.
Por lo que éramos… entre sombras y piel.



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En el texto hay: mafia +21 herencia, mafia amor

Editado: 26.03.2025

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