Valentina – Presente
Pensé que el peligro vendría siempre de su mundo.
De los hombres que lo odiaban. De las deudas, las balas y la sangre.
Pero estaba equivocada.
El mío también sangraba.
Solo que lo había escondido mejor.
Todo empezó con una llamada.
No fue una amenaza.
Fue una voz que no escuchaba desde hace años.
—Valen… soy yo. No cuelgues.
—¿Eduardo?
Silencio.
Luego, una respiración temblorosa.
—No estoy llamando para que me perdones. Pero alguien me busca. Me están presionando. Y si no apareces… van a venir por mí.
Eduardo.
Mi ex.
La cicatriz que me dejó con miedo.
El que una vez me rompió de forma invisible.
Y ahora… el pasado que regresaba para arrastrarme al infierno que escapé.
—¿Qué quieren?
—Quieren información. Sobre ti. Sobre Demyanov. Dicen que tú eres su debilidad.
Sentí el estómago darme vueltas.
—¿Quiénes son?
—No lo sé. Pero no son simples matones. Van en serio. Están jugando con algo más grande. Y si no apareces…
—Te matan.
—Sí.
Colgué.
Temblando.
Y por primera vez desde que me entregué a Adrik…
sentí que lo estaba poniendo en peligro yo.
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Adrik – Más tarde esa noche
Vi el cambio en su rostro apenas entró.
Ella se movía como si no quisiera pisar fuerte. Como si el suelo fuera nuevo, peligroso, frágil.
—¿Qué pasó?
—Recibí una llamada —respondió, sin rodeos.
Me tensé.
—¿De quién?
—De Eduardo.
El nombre me golpeó más fuerte de lo que debería.
Su ex. El que la hirió. El que la hizo desconfiar.
El que no merecía ni ser recordado.
—¿Qué quería?
—Dice que lo están siguiendo. Que quieren saber de mí. De ti. Que me buscan porque ahora… yo soy tu punto débil.
No lo dudé.
—¿Dónde está?
—No lo sé. No importa. No me interesa salvarlo, Adrik. Solo vine a decirte que no soy la mujer que te puede proteger.
Me acerqué. La tomé del brazo con firmeza, pero sin violencia.
—No vuelvas a decir eso.
—Es la verdad.
—Tú no eres mi debilidad, Valentina. Eres mi impulso. Si están detrás de ti… entonces los aplastaré.
Ella se soltó. Me miró con una rabia nueva.
No hacia mí.
Hacia sí misma.
—¿Y si no puedes? ¿Y si esta vez soy yo quien arruina todo?
—Entonces lo arruinamos juntos. Pero no te alejes. No ahora.
Ella me miró. En sus ojos, una tormenta.
Y también… una decisión.
—Déjame enfrentar esto, Adrik. Sola.
—Ni lo sueñes.
—¡Déjame ser parte de esto de verdad o aléjate!
El silencio cayó entre nosotros como un disparo.
Y en ese silencio…
ella ganó.
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Valentina – Horas después
Me vestí de negro. Sin tacones. Sin joyas.
Me até el cabello y me miré al espejo.
No era la mujer rota que huyó hace años.
Era otra.
Una que iba a ir de frente… aunque eso la partiera en dos.
—Nos vemos al amanecer —le dije a Adrik, desde la puerta.
—¿A dónde vas?
—A encontrar respuestas.
Él no me detuvo.
Solo asintió.
Y en sus ojos… vi respeto.