Valentina – Presente
Sabíamos que el final se acercaba.
No porque alguien lo dijera… sino porque se sentía en la piel.
Como el aire antes de una tormenta.
Como un susurro que grita: prepárate.
La traición de Tatiana había destapado una red más grande.
Más peligrosa.
Más personal.
No era solo venganza.
Era control. Poder.
Y yo… era la amenaza que querían eliminar.
—Van a venir esta noche —dijo Adrik, mientras ajustaba su arma.
—¿Cuántos?
—Suficientes para pensar que pueden vencerme.
—¿Y tú?
Él me miró.
Y sonrió.
—Suficientemente jodido para demostrarles que no.
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Adrik – Durante el ataque
Todo sucedió rápido.
Disparos. Explosiones. Gritos.
Pero en el caos, ella no se quebró.
Valentina peleó a mi lado, no con balas… sino con mente. Con coraje. Con decisiones que salvaron vidas.
Y cuando todo parecía terminar, uno de ellos —el último— me apuntó directamente.
No lo vi llegar.
Pero ella sí.
El disparo sonó seco.
Yo no sentí el impacto.
Pero sí vi su cuerpo caer.
—¡VALENTINA!
Corrí.
Me arrodillé.
Y la tomé entre mis brazos, su vestido empapado en sangre.
—No… no, no, no —susurré como un rezo.
Ella jadeó.
—Estoy… bien.
—No hables.
—¿Lo ves? —dijo, con una sonrisa débil—. También sé protegerte.
Lloré.
La primera lágrima en años.
Y en esa lágrima…
supe que si la perdía, no me quedaba nada.
Pero no la perdí.
Porque ella no se soltó.
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Días después
Estaba en la cama, con un vendaje en el costado y su cabeza en mi pecho.
Respiraba lento.
Pero estaba viva.
—¿Sigues conmigo? —le pregunté en voz baja.
—Hasta que no quede nada —susurró.
Y en ese momento, lo supe:
No necesitaba paz.
Solo necesitaba a ella.