Isabel abrió la taquilla asignada, con las manos frías por el viento matutino y la incomodidad que ya empezaba a calar en su piel. Había pasado menos de 24 horas desde su presentación en clase, pero sentía que todos los ojos del colegio estaban sobre ella. Algunos la observaban con curiosidad... Otros con juicio. Solo una mirada en particular le hervía la sangre: la de Fernando Da Silva.
La mañana apenas comenzaba y ya lo había visto tres veces en el pasillo. Siempre acompañado de su grupo: Gabriel, Marc, y Sebastián, chicos tan ricos como aburridos. Siempre bien vestidos, con sonrisas de superioridad y comentarios envenenados listo para disparar.
-¿No desayunan en italia o por qué esta tan flaquita? - le dijo Marc en voz baja al pasar junto a ella. Rieron como si fuera un chiste brillante.
Isabel cerró la taquilla de golpe. Quería ignorarlos, quería no darles poder... pero ya no era solo un comentario. Era todos los días. Desdes ese momento en clase, Fernando parecía decidido a hacerle la vida imposible.
En el almuerzo, Isabel de sentó sola en una mesa del fondo. Sacó su libro de lectura - uno de historia del arte - y fingió estar completamente absorta, aunque cada palabra le costaba.
-¿Leyendo, eh? - dijo la voz que ya conocía bien.
Fernando se sentó frente a ella sin pedir permiso, dejándo caer su mochila sobre la mesa como si fuera suya.
-Qué valiente. La mayoría ya habría huido.
-Y tu, siempre necesitas una audiencia para sentirte importante? - respondió ella, sin mirarlo.
Fernando arqueó una ceja. Gabriel, parado detrás de él, soltó una carcajada. Pero Isabel levanto la vista, clavándole los ojos oscuros sobre él. La intensidad lo tomó por sorpresa.
-No vine aquí a caerle bien a gente como tú. Vine a estudiar. Así que si tienes algo más que decir, dilo y vete.
Hubo un silencio incómodo. Por primera vez, Fernando no supo que responder. Nadie le hablaba así. Nunca.
-¿Sabes qué es lo que me gusta de ti, italiana? - dijo al fin, con una sonrisa lenta -. Que crees que estás en una batalla justa.... Pero no sabes con quién estás jugando.
-¿Y tú sabes con quién te estás metiendo? - le devolvió ella.
Los ojos de ambos se mantuvieron fijos durante varios segundos. Era como si ninguno quisiera parpadear primero. Isabel no lo sabía, pero en ese momento había ganado algo más que respeto: había despertado la curiosidad de Fernando de una forma que nadie más había logrado.
Él se levantó sin decir una palabra más, y se fue con su grupo. Pero cuando Isabel bajó la mirada, su libro seguía abierto... Y entre las páginas, alguien había dejado una hoja doblada.
Era una servilleta con una frase escrita con pluma negra:
-"No todos los enemigos quieren verte caer.
Algunos solo quieren que los veas"-.
Isabel se quedó helada. Era su letra. La misma que había visto en su cuaderno al inicio de clases. Y aunque no entendía por qué lo hacía... Fernando Da Silva la estaba retando. No con insultos, no con burlas. Sino con algo más peor: con atención.
En otro lado del colegio, Fernando caminaba solo hacia el jardín lateral, donde nadie solía ir. Sacó su celular, fingió leer mensajes, pero en realidad si mente no dejaba de pensar en ella .
Isabel Rinaldi era todo lo que no debería querer: extranjera, orgullosa, directa. Pero también era lo que su mundo no tenía: sinceridad.
Y eso, aunque no lo admitiera en voz alta... Lo atraía demasiado.
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amor que desafía al poder., secretos y engaños familiares., cuando el amor es un peligro.
Editado: 08.08.2025