Entre Sombras Y Promesas

RUIDOS ENTRE SILENCIOS

La biblioteca del colegio St. Laurent era tan silenciosa que podía escucharse el suspiro más leve. En una de las mesas del fondo, dos personas estaban sentadas una frente a la otra: Isabel Rinaldi y Fernando Da Silva.

Los libros estaban apilados entre ellos, como una muralla que ninguno parecía querer cruzar.

-¿vamos a hacer esto de verdad o solo vas a quedarte mirándome en silencio como en clase? - dijo Isabel, sin levantar la vista de sus apuntes.

Fernando giró su pluma entre los dedos, con una expresión neutral. Su traje perfectamente planchado y su postura arrogante no mostraban ningún interés real. Pero sus ojos la seguían.. como si intentaran leer lo que no decía.

- Empieza tú - contestó con indiferencia -. Tú eres la que quiere brillar.

- ¿Y tú solo vas a firmar el trabajo al final? Que cómodo.

-Bienvenida al mundo real, Italiana - dijo él con una sonrisa cortante.

Isabel lo miró con rabia, pero no respondío. En lugar de eso, abrió su libreta y empezó a escribir, decidida a ignorarlo. El ambiente entre ellos era tenso, pero bajo esan tensión había algo más: un lenguaje invisible de miradas contenidas, suspiros que no eran de cansancio y silencios que pesaban como preguntas sin respuestas.

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Pasaron días y el proyecto avanzaba, entre encuentros en la biblioteca, la sala de computadoras y una que otra videollamada fuera del horario escolar. Fernando ya no hacía bromas hirientes. Pero tampoco era amable. Solo frío, distante... y sorprendentemente eficiente.

- Tu argumento sobre las alianzas económicas está bien estructurado - dijo una tarde -. Auque usaste demaciados ejemplos Italianos. No todos giramos alrededor de Roma, ¿Sabes?.

- Y tú usas demasiados trajes oscuros. ¿Es parte del uniforme presidencial o te da miedo el color?

Por un segundo, Fernando sonrió. De verdad. no burlón, no con ironía. Una sonrisa pequeña, real. Pero fue tan breve que Isabel dudó si la había imaginado.

A pesar de su actitud, él se quedaba más tiempo del necesario. A veces revisaba dos veces un párrafo, o se ofrecía a editar las gráficas. Y cuando ella olvidaba una carpeta en clase , al día siguiente la encontraba perfectamente colocada en su escritorio, sin ninguna nota.

- ¿Fuiste tú? - le pregunto una mañana.

- ¿Yo qué?

- Lo de la carpeta.

- ¿Estás paranoica?

Pero sus ojos lo delataron. Ferdando tenía esa mirada de alguien que cuida en silencio. Que no sabe cómo decirlo, pero lo demuestra.

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Esa misma noche...

Isabel estaba sola en su cuarto. tenía una videollamada con su padre, que estaba de viaje en Toronto por una reunión importante.

- ¿Cómo va todo, hija?

- Bien. El proyecto me está matando, pero estoy aprendiendo - dijo con una sonrisa cansada.

- ¿Y ese chico con el que estás trabajando... Da Silva, cierto? ¿ Todo bien ?

Isabel dudó.

- Sí. Es raro. Distante. Pero... está cumpliendo.

Su padre asintió. No parecía preocupado. Demasiado confiado, como siempre.

Y ella no podía imaginar lo que se estaba gestando en las sombras.

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En la casa Da Silva....

- La niña sigue cerca - dijo el presidante mientras revisaba informes confidenciales en su tablet -. Y su padre tiene inversiones clave en Europa. Si lo destruyo ahora, perderá todo protección diplomática.

- No lo hagas - dijo Fernando, desde la puerta, sin previo aviso.

Su padre levantó la vista lentamente.

- ¿Perdón?

- No es parte de esto. Ni ella ni él.

- ¿Estás contradiciéndome? - dijo el presidente con una molestia en su mirada.

Fernando no respondío.

El presidente se acercó lentamente, con una sonrisa venenosa.

-Te advertí. Estás metido hasta el cuello. Si no rompes con ella, lo haré todo mucho peor. Tú eliges: La niña... o tu futuro.

Fernando se quedó quieto. Por dentro, ardía. Pero su voz salió fría:

- Entendido.

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Días después....

En su siguiente reunión, Isabel lo notó distinto. Aún más frío. Más tajante. No la miraba a los ojos, ni corregía con amabilidad. Todo era órdenes y frases secas.

-¿Pasa algo contigo? - preguntó ella.

-Nada. Concéntrate en terminar el informe. Lo personal no nos sirve aquí.

Y por primera vez... Isabel sintió que lo odiaba. De verdad.

Pero sabía que esa fríaldad no era desprecio. Era protección. Porque Fernando sabía algo que ella no: el mundo que los rodeaba no les permitía quererse.

Y sin embargo, ya era desiado tarde.




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