El día amanecío gris y con neblina, como si el colegio St. Laurent hubiera decidido vestirse de luto. Isabel caminaba por el jardín central con la mochila colgando de un hombro y el corazón más pesado que nunca.
Fernando no le había dirigido más de dos frases desde su ultima reunión. Y cada vez que lo veía en los pasillo, era como si nunca se hubieran conocido.
Se sentó en una banca de piedra, bajo un árbol de hojas casi secas. Quería llorar, pero no iba a hacerlo. No ahí, no donde todos podrían verla. No le daría el gusto a nadie.
-¿Eres Isabel, cierto? - preguntó una voz suave.
Isabel levantó la vista. Una chica de cabello castaño claro y rizado la miraba con una sonrisa tímida. Llevaba los mismos libros de economía que ella, pero en una mochila llena de pins de arte, poesía y anime.
-Sí - Respondió Isabel, algo desconcerta.
-Soy Valentina. Te he visto en clases... y también cómo te mira Fernando Da Silva cuando cree que nadie lo ve.
Isabel arqueó una ceja, sorprendida.
-¿Y tú también vienes a molestarme?
-No. Vengo a decirte que estás sobreviviendo en el colegio más cruel del continente... y eso tiene mérito.
Isabel no pudo evitar reírse, auque fuera apenas un suspiro.
-Gracias... supongo.
Valentina se sentó junto a ella, como si lo hiciera todos los días.
-Yo también soy nueva, aunque no tan visible como tú. Mi familia no es tan rica como las demás. Estoy aquí por una beca de arte y un favor político de última hora. Soy lo que llamas "un error de sistema".
- Entonces somos dos errores - murmuró Isabel ya más relajada.
Durante el resto del recreo hablaron de cosas simples: de películas. música, viajes. Isabel no recordaba la última vez que se había reído de algo genuinamente.
Antes de que sonara la campana, Valentina le tocó el brazo
-Oye... si necesitas hablar, de verdad, buscame. No todo lo que brilla en este colegio es oro... y tú mereces algo más que miradas venenosas y chismes.
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Mientras tanto...
Fernando estaba en la sala de estudio privada del edificio presidencial. Gabriel lo acompañaba, revisando los informes del proyecto con desgano.
- ¿Por qué estás tan insoportable últimamente? - preguntó Gabriel.
- Haz lo que te toca, y no preguntes - respondió Fernando, con la mandíbula apretada.
- ¿Tiene que ver con Rinaldi?
Fernando no contestó. Cerró el archivo de un golpe y se puso de pie. Miro por la ventana con rabia muda.
- No puedes protegerla si la estás lastimando - dijo Gabriel en voz baja.
Fernando lo fulminó con la mirada.
- No me des lecciones. No entiedes nada.
Gabriel lo observo por un momento largo... y luego se marchó. Pero al salir, algo en su expresión había cambiado. Como si por fin comenzara a ver el moustruo que había detrás del presidente... y el hijo que estaba siendo aplastado.
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De vuelta con Isabel...
Esa nocho, en su habitación, Isabel escribío en su diario por primera vez desde que llegó a Canadá.
>*"Hoy conocí a alguien que me recordó que aún puedo confiar.
Que no todo en este lugar está podrido.
Fernando me duele más de lo que debería... pero Valentina me ayudó a no sentirme sola.
Quizá no todo está perdido."*
Y en la hoja siguiente, sin quererlo, gabarateó una frase que le nació del pecho:
> "Hasta las sambras tiemblan cuando encuentran una promesa verdadera."
#5816 en Novela romántica
amor que desafía al poder., secretos y engaños familiares., cuando el amor es un peligro.
Editado: 08.08.2025