EL PRECIO DE LOS APELLIDOS

El salón principal del colegio St. Laurent brillaba como un salón del palacio. Candelabros colgaban del techo, los alumnos iban vestidos de gala y las cámaras de los medios escolares captaban cada sonrisa falsa. Era la cena Diplomática Juvenil, un evento anual donde los hijos de embajadores, ministros y magnantes compartían mesa... y secretos.

Isabel bajó por la escalinata central con un vestido azul medianoche.Su padre se lo había enviado desde Milán junto con una nota:

> "Recuerda que lo que llevas dentro es más importante que lo que llevas puesto".

Fernado la vio desde lejos. con un vaso en la mano. Iba con un traje negro de corte presidencial, demasiado formal para un chico de su edad, pero no era un chico común. Nunca lo había sido.

Ella lo ignoró. Desde hace días, él no le hablaba más que lo estrictamente necesario. Pero aunque intentaba adiarlo.. su corazón aún se aceleraba cuando sus miradas se cruzaban.

Gabriel apareció junto a Fernando, observando a Isabel con una ceja levantada.

- ¿Y aún así no piensas hacer nada?

Fernando bebió en silencio.

- ¿Sabes qué planea tu padre, verdad?

- Se más de lo que debería.

- Pues entonces haz algo antes de que sea tarde - insistió Gabriel, más serio que nunca.

Fernando lo miró de lado.

- ¿Tú por qué te metes?

Gabriel bajó la voz.

Por qué empiezo a pensar que estamos siendo usados... todos.

-----

En paralelo.

Isabel estaba en el jardín lateral hablando con Valentina, quien lucía un vestido oscuro lleno de bordados de girasoles. Tenía el tipo de energía que hacía que todo parecia un poco más cálido.

- ¿Sabes que tienes como tres chicas queriendo matarte con la mirada? - bromeo Valentina.

- ¿Por qué?

- Por existir, probablemente. O por haber atrapado la atención de alguien que ni siquiera sabe cómo mirarte sin quemarse.

Isabel rió sin ganas.

- Ël ya no me mira, Vale.

- ¿Y tú crees que lo hace por gusto?

-----

En otro lugar de la ciudad...

El padre de Isabel estaba sentado en una reunión con su equipo de abogados. Todos lucían preocupados.

- Hay movimientos extraños en nuestras cuentas de inversión en Montreal - dijo uno de ellos -. Accionistas entán retirándose sin explicación. Algo huele a trampa.

- ¿Competencia? - preguntó el padre de Isabel.

- No. Alguien con poder político.

Pero él no sospechaba nada. seguía creyendo que en Canadá nadie jugaría sucio. Ese era su erro.

-----

De vuelta en la cena..

El presidente Da Silva había asistido al evento por protocolo. Caminaba entre los adultos con una copa de vino y una sonrisa diplomática. Pero cuando vio a Fernando mirar a Isabel, su expresión cambió.

-Cuíadate, hijo. Aveces lo que te parece deseo.. es debilidad - le susurró al pasar.

Fernando lo ignoró. Pero por dentro, estaba hirviendo.

Gabriel, atento a cada gesto, lo siguió hasta una sala lateral donde Fernando se sentó solo, con el rostro entre las manos.

-Te va a destruir a ti también, ¿lo sabes?

Fernando alzó la vista.

- Ya lo está haciendo.

- Entonces rompe el juego. Di la verdad. Defiéndela.

Fernando negó lentamente.

- Si lo hago, se llevará a su padre. Lo devolverá a italia como escoria. Y si lo retó, sera peor. El no amenaza... él cumple.

Gabriel se quedó en silencio un momento.

- ¿Y vas a quedarte viendo cómo todo se cae?

Fernando lo miró con dolor.

- Si me acerco más a ella.. la destruyo con él.

----

Horas más tarde...

Isabel fue la última en salir del salón. Había ganado el respeto de varios profesores por su elocuencia durante un breve discuerso, pero Fernando no le había dicho una sola palabra.

Cuando caminaba hacia su dormitorio, sintió pasos detrás de ella. Se giró.. y lo vio.

Fernando esta ahí. Solo. En silencio.

- ¿Qué quieres ahora? - Preguntó Isabel, agotada.

Él la miró... y por un instante su máscara pareció caer. Pero solo u segundo.

- Nada. Solo vine a decirte que no confíes en nadie aquí.

- ¿Ni siquiera en ti?

- Sobre todo en mí.

y se fue.

Dejándola con el carazón latiendo desbocado... y sin saber que la tormenta apenas comenzaba.