5 EL PACTO

Elías apareció al anochecer, con la mirada más oscura que nunca. No tocó la puerta. No llamó. Solo entró, como si el miedo lo empujara más que el deseo.

—Iván vino —dije, antes de que pudiera hablar.

Él cerró los ojos. Lo sabía.

—¿Qué te dijo?

—Que tú tienes una deuda. Que Lucía está en peligro.

Elías se acercó, con los puños cerrados. No era rabia. Era desesperación.

—No va a tocarla. Lo juro.

—¿Y cómo piensas evitarlo? ¿Con promesas? ¿Con palabras?

—Con un pacto.

Me quedé en silencio. Sabía lo que eso significaba. Volver a ese mundo. A esa oscuridad que lo había alejado de mí. Pero esta vez, no era por él. Era por nosotras.

—Si haces esto, no hay vuelta atrás —dije, con la voz temblando.

—Lo sé —respondió—. Pero si tengo que elegir entre mi libertad y su seguridad… no hay elección.

Lucía apareció en el pasillo, con su muñeca en brazos. Elías se arrodilló frente a ella, sin decir nada. Solo la miró. Y ella, como si algo en su corazón lo reconociera, le sonrió.

Fue un instante. Pero suficiente para sellar el pacto.

Esa noche, Elías se fue. No como antes. No huyendo. Sino enfrentando lo que había evitado por años.

Y yo me quedé con una pregunta que no me dejaba dormir:

> ¿Puede el amor sobrevivir a un sacrificio silencioso?