Entre Sombras Y Promesas

16

📖 Capítulo 16: Lo que dejamos atrás
Narrado por Meliza

Los días previos al viaje fueron una mezcla de nostalgia y esperanza. Me despedí de mis amigas con abrazos largos, de esos que dicen más que las palabras. Les prometí que volvería, que no era una huida, sino una pausa. Ellas sonrieron, pero sus ojos sabían que algo en mí estaba cambiando.

Con mi madre fue distinto.

—¿Y por qué ahora? —preguntó, mientras doblaba ropa con sus manos temblorosas.

—Porque necesito respirar, mamá. Porque Lucía merece conocer otro mundo. Porque yo… yo necesito encontrarme.

Ella no respondió. Solo me abrazó. Y en ese gesto, entendí que me apoyaba, aunque le doliera.

La noche antes de partir, Elías vino.

No hablamos mucho. No hacía falta.

Su mirada lo decía todo: miedo, deseo, amor, culpa. Nos acercamos como dos imanes que saben que están a punto de separarse. Me besó con hambre, con ternura, con desesperación. Me desnudó como quien quiere memorizar cada rincón. Yo lo abracé como quien sabe que el cuerpo también guarda recuerdos.

Nos amamos con fuego. Con lentitud. Con urgencia. Cada caricia era una despedida. Cada gemido, una promesa. No hubo palabras. Solo piel, suspiros, y una lágrima que cayó justo cuando él dijo:

—Cuando estemos juntos, será para siempre.

Dormimos abrazados. Como si el tiempo nos diera tregua por unas horas.

Al día siguiente, en el aeropuerto, Lucía corría entre maletas. Mi madre hablaba con una azafata. Y yo… yo buscaba a Elías con la mirada.

Él estaba ahí. A unos metros. Observando. Con los ojos llenos de amor y el pecho lleno de dolor.

Lucía lo vio. Corrió hacia él. Lo abrazó sin saber por qué. Él la levantó, la besó en la frente, y la dejó ir.

No dijo nada. No podía.

Porque no era su momento. Porque no podía decir quién era. Porque no podía construir aún la familia que sabía que ellas merecían.

Cuando nos vio subir al avión, sacó su teléfono. Marcó un número que no había usado en años.

—Nano —dijo, con la voz quebrada—. Te necesito. Ella y la niña están en camino. Cuídalas. Protégelas. No les digas que fui yo.

Del otro lado, una voz tranquila respondió:

—Tranquilo no t fallaré.

> Porque a veces, amar es dejar ir. Y proteger… sin que lo sepan.



#3193 en Novela romántica

En el texto hay: contenido18

Editado: 19.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.