📖 Capítulo 17: Donde comienzan los silencios🧠 Elías
El avión despegó, y con él, una parte de mí. Las vi alejarse: Meliza con la mirada firme, Lucía con sus manitas pegadas al cristal. No pude decirles quién era. No pude quedarme. Pero sí pude asegurarme de que estuvieran bien.
El tiempo pasará rápido —me repetí—. Tres años. Solo tres. Y cuando estemos juntos, será para siempre.
Nano las cuidará. Él sabe cómo hacerlo. Aunque yo nunca le pedí ayuda para mí, esta vez le pedí algo más grande: que protegiera lo único que me queda.
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🌸 Meliza
El aeropuerto de Madrid era inmenso, pero la sonrisa de Melani lo hizo pequeño. Me abrazó como si el tiempo no existiera. Liet cargó a Lucía como si fuera suya. Elier le mostró su osito, y ella rió como nunca.
—Bienvenida, hermana —dijo Melani, con lágrimas en los ojos.
Nos subimos al auto, y el viaje hacia la hacienda fue largo, pero cálido. Durante esas horas, el tiempo pareció doblarse sobre sí mismo.
Melani y yo hablamos sin parar. Nos pusimos al día con los años que la distancia nos robó: los primeros pasos de Elier, las noches de insomnio, las cartas que nunca enviamos, los silencios que dolieron más que las palabras.
—¿Te acuerdas de aquel verano en la playa? —preguntó entre risas—. Cuando juraste que te casarías con un poeta.
—Y tú con un veterinario —le respondí, mirando a Liet por el retrovisor.
—Y mírame ahora —dijo ella, sonriendo—. Cumpliendo promesas tontas de adolescentes.
Lucía y Elier jugaban en el asiento trasero. Cantaban canciones inventadas, se pasaban galletas, se reían por cualquier cosa. Verlos juntos era como ver la infancia en su forma más pura: sin miedo, sin pasado, solo presente.
En un momento, Lucía me tomó la mano y dijo:
—Mami, ¿vamos a vivir aquí para siempre?
No supe qué responder. Solo la besé en la frente y le dije:
—Vamos a vivir donde haya amor, mi vida.
Y en ese auto, entre risas, cuentos y canciones, sentí que el amor nos estaba esperando.
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🏡 Abuela Berta (Suitberta)
Mientras ellos venían en camino, yo preparaba la casa. Puse flores frescas en la entrada, horneé pan con romero, y dejé las sábanas limpias con lavanda. No porque hiciera falta. Porque el cariño también se huele.
—Que no falte el café ni el calor de hogar —me dije, mientras acomodaba los cojines.
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🐾 Nano (Alian)
Las vi desde lejos. No me acerqué. No aún.
Meliza tenía una luz que no se apagaba, incluso con el cansancio del viaje. Lucía era un torbellino de ternura. Y yo… yo solo observaba.
Elías me pidió que las cuidara. No que me involucrara. Pero desde que me habló de ella, supe que algo en él estaba roto. Le ofrecí ayuda muchas veces. Él siempre se negó. No quería causarme problemas. No quería arrastrarme a su oscuridad.
Pero esto… esto era distinto.
> Porque cuando un amigo te confía lo que más ama, no lo cuestionas. Lo proteges.