Los primeros días en la oficina de Moretti & Associati fueron un torbellino de actividad y aprendizaje. Cada mañana, me encontraba rodeada de una energía profesional que me impulsaba a dar lo mejor de mí. El ritmo frenético y la atención al detalle que se exigían en este entorno me hicieron sentir que estaba exactamente donde debía estar.
Desde el momento en que comencé a trabajar, me impresionó la eficacia con la que se manejaba todo. Cada reunión estaba meticulosamente organizada, cada tarea se ejecutaba con precisión, y la comunicación fluía con una fluidez envidiable. Todo esto parecía girar en torno a una figura central: Luca Moretti. Era el imán que mantenía a todos en movimiento, el hombre que parecía ser el eje de todo.
Luca, desde su llegada a la oficina cada mañana, tenía una presencia que llenaba el espacio. Sus pasos eran firmes y decididos, y sus palabras tenían el peso de la autoridad. A pesar de su comportamiento calculado y profesional, había una especie de magnetismo en él que atraía las miradas y la atención de todos en la oficina. Cada vez que entraba en una sala de reuniones, los empleados se alineaban con una mezcla de respeto y expectación.
En los primeros días, mi tarea principal fue familiarizarme con los procedimientos y las personas. Aprendí rápidamente que Luca no era un jefe común. Su manera de dirigir era tanto inspiradora como intimidante. A menudo lo veía interactuar con los demás empleados, siempre con una sonrisa que, aunque genuina, parecía llevar consigo un mensaje oculto. Sus charlas, aunque cargadas de profesionalismo, estaban impregnadas de una sutileza que me resultaba difícil de interpretar.
A medida que pasaban los días, Luca comenzó a mostrarse más cercano a mí, aunque de una manera sutil y calculada. Noté que a menudo me pedía que pasara por su oficina para discutir detalles menores de proyectos o simplemente para ponerme al tanto de la agenda del día. A pesar de que estos encuentros eran breves, había algo en la forma en que me miraba y me hablaba que me hacía sentir que había una conexión especial entre nosotros.
Recuerdo claramente una mañana cuando, después de una reunión, Luca se acercó a mi escritorio con una taza de café en la mano. Me hizo un gesto para que me uniera a él en la sala de descanso.
—¿Cómo va todo, Elena? —preguntó, mientras nos sentábamos en una esquina tranquila del área de descanso.
—Todo va bien, gracias —respondí, intentando mantener mi tono casual—. Estoy aprendiendo mucho y me estoy adaptando rápidamente.
Luca asintió, sus ojos fijos en mí con una intensidad que me hizo sentir un cosquilleo en la piel.
—Me alegra escuchar eso. He notado tu dedicación. Es raro encontrar a alguien tan comprometido desde el principio. ¿Cómo te sientes en el equipo?
—Todos han sido muy amables —dije, elogiando el ambiente—. Pero debo decir que el ritmo es bastante rápido. Estoy tratando de mantenerme al día con todo.
—Lo estás haciendo muy bien —dijo Luca, su voz cargada de un tono que parecía mezclar admiración con algo más profundo—. Mantén esa actitud, y estoy seguro de que te irás destacando.
A pesar de la conversación amigable, no podía evitar sentir que había algo más en sus palabras, algo que no se decía abiertamente. La forma en que me observaba, la atención que me prestaba... todo parecía tener un matiz que no lograba descifrar. Había una sombra en sus ojos, una mezcla de seriedad y preocupación que no se alineaba con la imagen pública del exitoso empresario.
Además, la manera en que Luca mantenía una distancia calculada, sin dejar de mostrar un interés personal en mi bienestar, me desconcertaba. Era como si intentara balancear su interés profesional con una especie de control emocional. Me preguntaba si había algo en su vida personal que estaba ocultando, o si simplemente era su forma de mantener las cosas en orden.
A medida que avanzaban los días, mis sentimientos hacia Luca se volvían más complejos. Apreciaba su carisma y la forma en que dirigía la oficina, pero la sombra en sus ojos y la distancia calculada me hacían cuestionar si había más de lo que parecía. Aunque mi admiración por su capacidad y su presencia seguía creciendo, no podía evitar sentir que había un misterio en su vida que me mantenía intrigada.
A pesar de mi curiosidad, sabía que mi lugar era el de una empleada nueva, aún en proceso de adaptación. Sin embargo, la conexión que sentía con Luca, aunque nebulosa y enigmática, me motivaba a descubrir más sobre él, siempre manteniendo una línea profesional que sabía que debía respetar. El contraste entre su imagen pública y la sombra que se cernía sobre él creaba una tensión que me hacía ansiar entender la verdad detrás de su apariencia.