La oficina estaba en silencio, con solo el zumbido ocasional de las luces fluorescentes y el golpeteo constante de mi teclado rompiendo la calma nocturna. Había decidido quedarme más tarde de lo habitual para terminar unos informes urgentes que Luca me había pedido. No me importaba realmente, la satisfacción de hacer un buen trabajo me daba la energía suficiente para seguir adelante.
Alrededor de las 8 p.m., el último empleado salió del edificio y, con las puertas cerradas, el ambiente se volvió aún más tranquilo. El silencio, antes cómodo, comenzó a sentirse pesado, como si ocultara algo más. Fue entonces cuando escuché un murmullo proveniente de la oficina de Luca, que estaba a solo un par de puertas de la mía. Curiosa e inquieta a partes iguales, me acerqué con cautela a la puerta entreabierta, sin intenciones de espiar, pero el tono de la conversación era tan tenso que mi curiosidad superó cualquier rastro de sensatez.
Me quedé escondida en las sombras del pasillo, escuchando con atención. Luca hablaba con un hombre cuya voz no reconocí de inmediato. Era grave, autoritaria, y había en ella una amenaza apenas disimulada.
—No me gustan las sorpresas, Luca —dijo el desconocido con firmeza—. No estamos aquí para jugar.
—Lo entiendo perfectamente —respondió Luca, su voz tan calmada que me sorprendió—. Pero si crees que puedes controlar la situación con amenazas, estás equivocado.
Mis latidos se aceleraron. No entendía del todo de qué estaban hablando, pero la tensión era palpable. ¿Qué clase de situación manejaba Luca que involucraba amenazas? Mis pensamientos comenzaron a desbordarse mientras seguía escuchando.
—Estoy aquí para asegurarme de que entiendas las consecuencias —continuó el hombre—. No querrás que esto se complique más.
Luca hizo una pausa, su voz firme pero más medida cuando respondió:
—Estoy al tanto de las consecuencias. He manejado este tipo de situaciones antes. No me subestimes.
El intercambio terminó poco después, con la partida del misterioso hombre. Yo me quedé congelada en el pasillo, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. La conversación estaba cargada de un subtexto que no podía ignorar. Volví a mi escritorio, pero mi mente no podía concentrarse en los informes. La percepción que tenía de Luca cambió en ese instante; algo oscuro y peligroso rondaba su mundo, algo que él mantenía cuidadosamente oculto.
Eran casi las 10 p.m. cuando Luca salió de su oficina. Me encontró aún en mi escritorio, mis dedos sobre el teclado, pero mi mente perdida en pensamientos que no lograba disipar. Me lanzó una sonrisa cálida, pero noté algo diferente en ella, una falta de sinceridad que no había percibido antes.
—Elena, aún aquí —dijo, con una mezcla de sorpresa y admiración en su voz—. Espero que no estés trabajando demasiado.
—Solo estoy terminando algunos informes —respondí, esforzándome por mantener un tono neutral—. No quería dejar nada pendiente para mañana.
—Es un esfuerzo admirable —comentó mientras se acercaba a mí—. Pero no querrás agotarte. No es bueno para la salud.
Aunque su tono era amable, mi mente seguía repitiendo la conversación que había escuchado. Sus palabras ahora parecían un intento deliberado de desviar mi atención, y la desconfianza comenzó a crecer en mí.
—Gracias por la preocupación —dije con una sonrisa que intenté hacer parecer genuina—. Creo que ya estoy casi lista para irme.
—Perfecto —respondió con su habitual encanto—. Si necesitas algo, no dudes en llamarme.
Cuando salí del edificio, sentí una creciente inquietud. La conversación que había oído no era algo que pudiera ignorar fácilmente. Algo más grande, más siniestro, se ocultaba detrás de la fachada de Luca, y yo, de alguna manera, me encontraba en medio de ello.
En la soledad de mi apartamento esa noche, intenté calmarme, pero las palabras del misterioso hombre y las respuestas calculadas de Luca seguían resonando en mi cabeza. Mi atracción por Luca se entrelazaba ahora con la sospecha y el miedo. La verdad detrás de la conversación que había escuchado parecía ser una pieza de un rompecabezas mucho más complicado, y aunque la curiosidad me impulsaba a querer descubrir más, la preocupación por lo que podría encontrar crecía.
Sabía que debía ser cautelosa. A pesar del interés que sentía por Luca, algo me decía que estaba frente a un abismo desconocido. La curiosidad podía ser una trampa peligrosa, y no estaba segura de cómo evitarla. Solo el tiempo revelaría si esa sombra que parecía envolver a Luca terminaría por cambiar para siempre lo que creía saber de él.