Entre sombras y susurros

Capítulo 1: El Retrato que Susurra

La niebla de Londres se arremolinaba entre los callejones húmedos, cubriendo las farolas con un halo amarillento que parecía temer perturbar la oscuridad. Elena Hawthorne caminaba con pasos medidos, su abrigo negro rozando el empedrado húmedo, mientras su mirada se perdía entre las sombras que parecían moverse a su alrededor. Su familia siempre había advertido que la ciudad estaba llena de secretos, pero nada la había preparado para sentir que los susurros la seguían.

Al llegar a la vieja mansión de su familia, Elena notó un detalle que jamás había visto: un retrato polvoriento, cubierto por un velo de tela gris. Lo retiró lentamente, y sus ojos se toparon con la figura de un hombre que parecía observarla más allá del lienzo. Sus labios curvados en una leve sonrisa, su mirada penetrante. Había algo inquietante en él, una sensación de reconocimiento que Elena no podía explicar.

—¿Quién eres? —susurró, como si temiera que su voz rompiera un hechizo.

Una sombra se deslizó por el pasillo, y allí estaba él: Dorian Gray. Alto, elegante, con un porte que parecía desafiar el tiempo mismo. Su rostro no mostraba emoción, pero su mirada era intensa, como si viera cada secreto que Elena ocultaba, incluso los que ella aún ignoraba.

—Me llamo Dorian —dijo con suavidad, y luego se inclinó apenas hacia el retrato—. Este… tiene historias que no pueden contarse en voz alta.

Elena sintió un escalofrío. Había algo en él que la atraía y la asustaba a la vez, un peligro silencioso envuelto en elegancia. Antes de que pudiera hacer una pregunta, escuchó un rugido lejano, seguido de pasos que retumbaban sobre el empedrado. Lucian Blackwood emergió de la neblina, su cabello oscuro pegado a la piel por la lluvia ligera, sus ojos amarillos fijos en ella.

—No deberías andar sola, Elena —gruñó, con voz grave—. Hay cosas que esta ciudad guarda que incluso tú desconoces.

Un torbellino de emociones recorrió su pecho: miedo, deseo, curiosidad. Lucian representaba peligro y pasión, mientras Dorian era misterio y promesa de algo prohibido. Elena no sabía a cuál acercarse, ni si debía huir o sucumbir.

Dorian se inclinó ligeramente hacia ella, apenas un gesto, y en su voz había un matiz de advertencia:

—Cuidado con lo que despiertas… algunas sombras no regresan jamás a la oscuridad.

El rugido volvió a sonar, más cerca. Elena comprendió que la noche no era solo oscura; estaba viva. Y ella, atrapada entre hombres y secretos, acababa de cruzar la línea de lo que consideraba seguro.

Algo dentro del retrato parpadeó, como si respirara, y Elena supo que su historia apenas comenzaba.



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En el texto hay: misterio, amor, sobrenarutal

Editado: 22.09.2025

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