Entre sombras y susurros

Capítulo 9 – Susurros en la niebla

La niebla londinense se arrastraba por las calles como un suspiro antiguo, escondiendo secretos que sólo se revelaban a quienes se atrevían a mirar más allá de la luz tenue de los faroles. Elena Hawthorne avanzaba con paso cauteloso, su capa negra arremolinándose con cada bocanada de aire helado. La ciudad parecía viva esa noche: los ladridos de perros lejanos, el chocar de carruajes, y el eco de pasos que no podían pertenecer a nadie que ella conociera.

El retrato la esperaba en la galería de Dorian, como un centinela inmóvil. Sus ojos, profundos y perturbadores, seguían cada movimiento, y Elena sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sabía que esa obra no era sólo pintura; era un fragmento de alma, un espejo de secretos y peligros que aún no comprendía.

—¿Lo sientes también? —la voz grave de Lucian rompió el silencio. Apareció desde la sombra, como si la niebla misma lo hubiera engendrado—. Hay algo en ese retrato que no pertenece a este mundo.

Elena lo miró con el corazón acelerado. Lucian, con su aura feroz y su belleza salvaje, era imposible de ignorar. Sus ojos dorados reflejaban la luna como si escondieran secretos ancestrales. Cada palabra suya la hacía temblar entre deseo y miedo.

—Sí… y cada vez que lo miro, siento que… me llama —murmuró, incapaz de apartar la mirada de aquel retrato que parecía respirar con ella.

Antes de que Lucian pudiera responder, Dorian apareció tras un giro de la galería, elegante, impecable, con esa sonrisa inquietante que mezclaba encanto y amenaza. Su presencia siempre tenía un efecto perturbador sobre Elena: quería acercarse y, al mismo tiempo, huir.

—Elena —dijo Dorian, suavemente, como si sus palabras fueran terciopelo venenoso—. Algunos secretos están destinados a permanecer ocultos, pero tú… tú tienes un don que los despierta.

Lucian frunció el ceño y avanzó un paso hacia Dorian, sus instintos de hombre-lobo alertas. Elena sintió la tensión vibrando entre ellos, una fuerza magnética y peligrosa que la atrapaba en el centro.

—Y tú siempre llegas tarde, Dorian —replicó Lucian, con voz profunda y amenazante—. No todos los secretos merecen ser desenterrados. Algunos… deben morir con su sombra.

Elena dio un paso adelante, obligándolos a ambos a mirarla. Por primera vez, decidió no ser la espectadora de su destino.

—No puedo ignorar lo que siento ni lo que veo —dijo con voz firme, aunque temblando—. El retrato… me llama, y necesito saber por qué.

Dorian sonrió, acercándose un poco más. Sus ojos eran espejos de noches prohibidas, de deseos oscuros que Elena no sabía si quería resistir o sucumbir.

—Entonces, querida Elena, quizás debamos caminar juntos por la oscuridad —susurró—. Pero advertencia: no todos regresan de ella intactos.

Lucian rugió bajo, apenas contenido, y la tensión entre los tres se volvió casi tangible. Elena comprendió que estaba en el epicentro de fuerzas que la podían devorar: amor y peligro entrelazados, pasiones que podrían salvarla… o destruirla.

Un susurro recorrió la galería, una voz que parecía surgir del retrato mismo, mezclando promesas y advertencias. Elena sintió que su corazón latía al unísono con aquel llamado: debía elegir, pero aún no sabía entre quién y qué —entre el fuego de Lucian, la seducción de Dorian, y la oscuridad que la atraía desde el retrato—.

La niebla afuera seguía extendiéndose, silenciosa y paciente, como si el Londres victoriano mismo contuviera la respiración. Elena estaba atrapada entre sombras y susurros, entre amor y supervivencia, y sabía que aquella noche cambiaría su destino para siempre.



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En el texto hay: misterio, amor, sobrenarutal

Editado: 30.10.2025

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