Entre sombras y susurros

Capítulo 11 – Secretos en el lienzo

La galería estaba envuelta en un silencio denso, roto solo por el sutil susurro de la niebla que se colaba por los ventanales. Elena se quedó frente al retrato, incapaz de apartar la mirada. Sus ojos parecían seguirla con una intensidad que iba más allá de lo humano, como si conociera cada rincón de su alma y cada pensamiento que intentaba ocultar.

—Elena… —la voz de Dorian surgió detrás de ella, suave, hipnótica—. ¿Lo sientes? No es sólo pintura… es memoria, deseo… y advertencia.

Elena giró. Dorian estaba allí, tan cerca que podía percibir la calidez de su aliento. Sus ojos eran un reflejo de algo antiguo y peligroso, y por un instante la duda y la fascinación la envolvieron.

—¿Qué es? —susurró Elena—. ¿Por qué me llama?

—Ese retrato… guarda más que la imagen de un hombre —dijo Dorian—. Contiene fragmentos de mi esencia, secretos que incluso yo he temido descubrir. Y ahora, contigo cerca… despierta.

Un gruñido cortó el aire. Lucian emergió de las sombras, cada músculo tenso, sus ojos dorados brillando con furia y protección.

—Dorian Gray puede ser elegante y peligroso, Elena, pero no subestimes lo que está en juego —advirtió Lucian, su voz grave y temblorosa de emoción—. Ese lienzo no solo refleja su alma; puede consumir la tuya si no tienes cuidado.

Elena tragó saliva. La tensión entre los hombres era casi palpable: uno representaba el fuego de lo salvaje, la fuerza que podía protegerla de cualquier amenaza; el otro, el hielo elegante de lo prohibido, que la atraía con una intensidad casi mortal.

—No puedo apartarme —confesó Elena—. Siento… que debo mirar más allá.

Dorian se inclinó hacia ella, su proximidad un hechizo.

—Si te adentras demasiado, no habrá vuelta atrás —susurró—. Pero quizás, querida Elena, es justamente allí donde resides tu verdadero poder.

Lucian dio un paso adelante, casi rozando la mano de Dorian, y Elena sintió que su corazón se partía en dos.

—Y si te pierdes… —dijo Lucian, con un temblor contenido en la voz—. No habrá nadie que pueda salvarte.

Elena respiró hondo y extendió la mano hacia el retrato. Esta vez, la figura dentro de él pareció inclinarse hacia ella, como un espejo que reconocía su deseo y su temor al mismo tiempo. Una corriente de energía recorrió su brazo, y visiones comenzaron a inundar su mente: secretos de Dorian, fragmentos de su pasado, y un poder antiguo que estaba ligado a su propia sangre.

Se apartó ligeramente, con la respiración agitada. Sus ojos se encontraron con los de Lucian y luego con los de Dorian, y comprendió que no podía escapar de la intensidad de lo que sentía: el amor, la pasión, el peligro… todo estaba entrelazado, y elegir no sería suficiente; debía dominar las sombras y susurros que ahora también habitaban en ella.

—Tendremos que caminar juntas en la oscuridad —dijo Dorian, con una sonrisa que era tan seductora como inquietante—. Pero cuidado, Elena… porque en esa oscuridad, los corazones pueden quebrarse o consumirse… y a veces, todo a la vez.

Lucian respiró hondo, acercándose con un gesto protector, mientras Elena comprendía que estaba en el epicentro de un juego de pasiones y secretos que podría salvarla o destruirla. La niebla londinense se arremolinaba fuera de la galería, como un testigo silencioso de los susurros prohibidos, y Elena supo que su destino acababa de cambiar para siempre.



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En el texto hay: misterio, amor, sobrenarutal

Editado: 30.10.2025

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