Álexander
Perfecto. Maravilloso. El universo ha decidido encerrarme en una caja metálica… con ella. —Tranquilo, esto pasa todo el tiempo —dijo Alison como si los ascensores fueran su casa de verano. —No me tranquiliza en absoluto —respondí. Ella presionó botones al azar. Como si fuera a solucionar algo. —¿Llamamos al botón de emergencia? —preguntó. —No, preferiría quedarme atrapado aquí para siempre —dije con sarcasmo evidente. —¡Perfecto! Entonces no lo presiono —contestó ella, tomándolo literal. Tuve que respirar hondo para no perder la paciencia. —Presiónalo, Alison. —Ah. Okay. Se escuchó la voz de seguridad: —Ascensor del piso 7, ¿todo bien? —Estamos atrapados —dije. —¿Con quién, jefe? —preguntó el guardia. —Con Alison —respondí. —Ufff… qué mal —dijo, sin filtro. Alison me miró horrorizada. —¿Por qué “uf qué mal”? —No lo sé —respondí rápido, aunque lo sabía. Por el post. Por los hashtags. Por TODO. Pasaron dos minutos de silencio. Dos. Larguísimos. Ella empezó a mover la pierna, nerviosa. Tap-tap-tap. Tap-tap-tap. —¿Puedes dejar de hacer eso? —pedí. —Perdón, es que cuando estoy nerviosa tiemblo… o hablo demasiado… o me pongo a jugar… o mis crespos se ..— —Ya entendí. Otro minuto. Luego ella dijo: —Alexander… ¿aún estás enojado? La miré. Quería decirle que sí. Que me tenía loco, confundido, alterado. Pero cuando la vi con esos ojos preocupados, su cabello en modo nube y sus manos temblando ligeramente… …no pude mentirle. —Estoy… menos enojado —admití. —¿Eso es bueno? —Es un milagro —respondí. Ella soltó una risa suave. Y justo entonces, el ascensor volvió a moverse. Las puertas se abrieron. Rebeca estaba afuera. Con su celular grabando. —¡LOS ATRAPADOS DEL AMOR! —gritó. Los dos: —¡NO! Pero era tarde. Ya tenía video. Y yo… estoy 99% seguro de que mañana estaremos viralmente muertos.