Alexander
Hoy llegué a la oficina y sentí algo extraño en el ambiente. No olor a café. No tensión laboral. No dramas administrativos. No. Era Rebeca. Y cuando Rebeca está silenciosa, significa que está planificando algo que seguramente no aprobaría ningún comité ético. Se acercó a mi escritorio con una sonrisa sospechosa. —Buenos días, jefe favorito —dijo. Nunca me llama así. Ni siquiera cuando le aumento el presupuesto. —¿Qué quieres? —pregunté directamente. —¿Yo? Nada. Solo observar. Cuando alguien dice “observar”, es porque va a interferir en niveles históricos. --- A media mañana, Rebeca apareció otra vez, esta vez empujando —literalmente— a Alison hacia mi dirección. —Oh, miren, qué coincidencia, ustedes dos aquí… respirando el mismo aire —dijo. Alison se puso roja. Yo me crucé de brazos para demostrar superioridad emocional. —Rebeca, necesitas ocuparte —dije. —Ya estoy ocupada —respondió—. Ocupada estudiando dinámicas humanas. Alison tartamudeó: —Solo… venía por las estadísticas de campaña. Yo asentí como si todo fuera completamente normal, aunque Rebeca nos miraba como si estuviera viendo el final de una telenovela. --- Luego vino el almuerzo. Yo estaba tranquilo, comiendo solo como siempre, apreciando el silencio, la eficxiencia y la ausencia de interacción innecesaria… Hasta que Rebeca apareció otra vez, arrastrando una silla, y puso a Alison justo frente a mí. —Ups, solo había espacio aquí —mintió descaradamente, porque había diez mesas vacías. Alison intentó levantarse. —Podría sentarme allí… —No —interrumpió Rebeca—, aquí la luz favorece tus crespos. Yo casi me atraganto con el agua. Alison se rio nerviosa. Yo miré a Rebeca con mi mejor expresión de “voy a despedirte pero legalmente no puedo”. --- Por la tarde, Rebeca se superó. Entró a mi oficina sin tocar y dijo: —Alexander, necesito tu firma urgentemente. —Deja los documentos ahí —respondí. —No, no. Necesito que firmes… esto. Y puso un papel frente a mí que decía: “Autorización para admitir que te gusta Alison.” Alison pasó justo por la puerta y la escuchó. Sus ojos se abrieron como ventanas panorámicas. Yo respiré hondo. —Rebeca —dije con voz fría—, te voy a dar tarea extra por un mes. —Vale la pena —respondió, sonriendo como villana feliz. --- Al salir del trabajo, Alison caminó conmigo durante unos segundos… accidentalmente, según ella. —Lo siento —dijo, evitando mi mirada— Rebeca está… intensa. —Siempre lo ha estado —respondí. —No hagas caso a lo que dice. —No hago caso —mentí con elegancia ejecutiva. Ella sonrió, tímida, tranquila… Esa calma que solo tiene cuando estoy cerca. Y entonces, como si el universo quisiera reírse de mí, Rebeca gritó desde atrás: —¡Parecen matrimonio! Alison casi se tropieza. Yo casi regreso a la oficina a buscar mi dignidad profesional. --- Conclusión del día: No estoy celoso. No estoy nervioso. No estoy afectado. Solo estoy considerando seriamente cambiar a Rebeca de departamento… …a uno que no exista.