Alexander
Yo sabía que el ex de Alison era un problema desde el primer día que lo vi. No porque ella me lo dijera —Alison es demasiado noble para hablar mal de alguien—, sino por la forma en que él la miraba. Una mezcla de posesión y rabia contenida. Como si todavía creyera que ella le pertenecía. Sabía que el la había lastimado , lo había mandado a investigar, el la había usado y cuando ella intentó defenderse el la dejo en un hospital con golpes por todo su cuerpo como si ella no valiera nada , una persona como ella , una luz que ilumina todo a su paso, y el la rompió y la apagó. Y aún así tenía el descaro de intentar volver a su vida como si nada hubiera pasado. Esa noche lo encontré afuera del edificio, esperándola. No la estaba buscando para hablar. Lo vi en su cara. Él no quería conversar; quería controlarla otra vez. Quería meterse de nuevo en su vida. Y eso… eso yo no lo iba a permitir. Me acerqué antes de que ella bajara. Él me reconoció al instante, como si ya me hubiera visto al lado de ella demasiadas veces. —¿Tú qué? ¿Su guardaespaldas? —escupió, avanzando. —No —respondí tranquilo—. Soy quien no permitirá que vuelvas a joderle la vida. Nos quedamos frente a frente. No lo toqué. No lo amenacé. Solo le dije la verdad. —Escúchame bien —hablé, sin alzar la voz—. Ella no te quiere. No te necesita. Y no vas a volver a acercarte a ella. Ni llamarla. Ni esperar afuera de su casa. Nada. Se acabó. —¿Y qué vas a hacer tú? —se burló. —Lo que sea necesario —contesté. Algo en mi mirada lo hizo retroceder. No porque yo fuera violento, sino porque sabía que yo no jugaba. Que por Alison haría lo que fuera. Y entonces lo dejé claro: —Tú ya no existes para ella. Y si intentas volver, te aseguro que te vas a arrepentir. Él se fue maldiciendo, pero se fue. Lo seguí hasta asegurarme de que realmente desapareciera de su vida. Y no volvió más. Alison nunca se enteró. Y era lo mejor , lo sabía porque se ponía sensible cada vez que lo veía , algunas de sus cicatrices en su cuerpo también lo demostraban, y yo lo único que quería era cuidar de ella y que nunca más pasará por algo así . --- Cuando subo al día siguiente al trabajo, ella está allí, riéndose con una compañera. Sin estrés. Sin miedo. Sin la tensión de las últimas semanas. Me mira y sonríe de inmediato. —Alexander —dice mi nombre como si todo se iluminara un poco—. ¿Hoy sí dormiste? —Un poco —respondo. Pero la verdad es que no dormí en absoluto. Ella se acerca y me arregla el cuello de la camisa sin darse cuenta de lo íntimo que es ese gesto. —Estás más tranquilo —nota. Yo también lo siento. Ahora que él ya no está… puedo respirar. La observo trabajar, caminar, reír. Y me nace un cariño nuevo, uno más profundo, más dulce. Ahora no tengo que estar pendiente de que aparezca ese tipo. Ahora puedo concentrarme solo en ella. Ese día, mientras caminamos juntos después del turno, la cuido sin que se dé cuenta: Me pongo de su lado cada vez que pasa alguien sospechoso. Reviso la calle antes de cruzar. La acompaño más cerca que antes. Ella lo nota… claro que lo nota. —Estás… diferente conmigo —dice bajito. Yo sonrío apenas. —¿Para bien o para mal? —Para bien —susurra. Seguimos caminando y, sin pensarlo, le tomo la mano. Alison se sorprende, pero no la suelta. La aprieta. Y ahí, en ese simple contacto, siento algo parecido a paz. El tipo ya no está. Ella está segura. Conmigo. Y ahora puedo quererla… sin miedo.