Entre sonrisas y cicatrices

CAPÍTULO 22 — “NO ME ACOSTUMBRES… O SÍ”

Alison

Llevo meses tratando de entender a Alexander. Meses desde que llegué a esta ciudad, con mis crespos en modo “nuevo clima, nueva personalidad”, intentando encajar, mientras él era… bueno, él era un bloque de hielo en traje. Serio, distante, de pocas palabras. Un hombre que parecía programado para trabajar, respirar y decir: “Ese informe tiene un error”. Pero ahora… ahora Alexander es otra persona. En estos últimos meses, algo en él cambió. No sé cuándo empezó. No sé si fue gradual o si simplemente despertó un día y dijo “voy a ser ridículamente tierno con Alison”. Lo único que sé es que ya no es el Alexander que conocí. Es uno que me abre la puerta del carro. Que me compra café todas las mañanas. Que me acompaña a la entrada del edificio sin falta. Que me mira como si yo fuera… su prioridad. Y eso… eso me destruye en el buen sentido. --- Hoy llego a la oficina con mis crespos en modo revolución francesa: se levantaron con intenciones de libertad absoluta. Me los recogí, pero igual se sueltan por todos lados. Parecen tener vida propia. O peor: agenda propia. Alexander apenas me ve, se ríe. SE. RÍE. Meses trabajando con él y nunca lo había visto reír tanto como ahora. —¿Qué? —pregunto, ofendida por default. —Tus… mmm… tus crespos aman la espontaneidad —dice con una sonrisa. —Son crespos,Alexander, no influencers. Él se ríe aún más. Y no sé por qué me fulmina una ternura absurda. Luego se acerca —demasiado— y me acomoda un rizo escapado. —Así —murmura. Yo me quedo tiesa. Tensa. Suave. Todo al mismo tiempo. —¿Te pasa algo? —pregunto, porque alguien tiene que decir algo o me desmayo. —Solo quiero cuidarte —dice con esa voz tranquila que me derrite los huesos. Mi corazón comienza a hacer cardio sin mi permiso. Todo el día es igual: • me trae snacks (los míos, ¿cómo lo sabe?) • me presta su chaqueta aunque no hace frío • revisa mi informe sin que yo se lo pida • me acompaña hasta la salida aunque vive en dirección contraria Rebeca, desde la cafetería, me mira con la típica cara de amiga que dice: “hágase cargo, mija, ese hombre está pero fijo con usted”. Y sí. Quizás estoy igual de perdida que él. --- Al salir, caminamos juntos. No sé en qué momento pasa, pero terminamos tomados de la mano otra vez. Nadie dice nada. Simplemente… sucede. —Alexander… si sigues siendo así conmigo… —susurro. —¿Así cómo? —Cariñoso. Él aprieta mi mano sin pensarlo. —¿Eso te molesta? —No —digo, más bajito de lo que quería. —Entonces no voy a parar. Mis crespos sienten la emoción y se inflan. Yo también. Seguimos caminando en silencio, pero es un silencio cómodo. Cálido. Un silencio que dice cosas. Cuando me abre la puerta del taxi, lo entiendo. Después de meses compartiendo espacio, miradas, gestos, risas discretas… Estoy cayendo. Y él, sin decirlo, está ahí para atraparme.



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En el texto hay: amor celos, jefe ceo frío y serio, jefe empleda

Editado: 28.11.2025

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