Entre sonrisas y cicatrices

CAPÍTULO 24 — “LO ESTÁS EMPEORANDO, ALEX”

Alison

No le hablo a Alexander en todo el día. No porque quiera ser inmadura, sino porque si abro la boca voy a decirle algo que no estoy segura de querer arrepentirme después. Sí, se puso celoso. Sí, Matías fue amable conmigo. Y sí, Alexander casi lo desintegra con la mirada. Pero mi enfado no es por eso. Es porque él no confía en mí. Porque me trata como si fuera un objeto frágil a punto de romperse. Y porque después de actuar como un volcán a punto de explotar… Actuó como si nada. Ni una explicación. Ni un “perdón”. Nada. Así que cuando él entra a mi oficina, yo ya estoy en modo “no me toques, no me hables, no respires fuerte”. —Alison —dice con voz seria—. Necesitamos hablar. —No tengo nada que hablar contigo —respondo sin mirarlo. —No estoy de acuerdo. —Qué sorpresa. Se acerca a mi escritorio, muy cerca, demasiado cerca. —No quiero que estés molesta —dice—. Solo estaba… protegiéndote. —¿De qué? —levanto la mirada—. ¿Del diseñador amable que dijo “hermosa” como parte de su dialecto? —No me gustó cómo te miró. —Alexander —suspiro—. No puedes reaccionar así cada vez que alguien me hable bonito. —No reaccioné —contesta. Lo miro como si acabara de decir que la luna es de queso. —¿NO reaccionaste? Alexander, te ibas a derretir del enojo. Hasta hiciste… ese ruido. —¿Qué ruido? —Ese “hmm” posesivo y prehistórico que hiciste. Alexander frunce el ceño. —Eso no pasó. —¡PASÓ! Me mira como si yo exagerara. Y ahí empieza a empeorarlo TODO. —Solo pensé que él no debía hablarte así. Fue inapropiado. —Alexander, no eres mi novio para decidir quién me habla o no. Él abre los ojos un poco. Y yo pienso: Rayos. Lo dije. —No soy tu novio —repite él, lento—. ¿Eso te molesta? —No dije eso —respondo rápido, roja como un tomate en verano. —Lo dijiste —insiste. —Lo que dije fue que no puedes comportarte como si lo fueras. —¿Y si quiero serlo? —pregunta como si nada. Mi cerebro se apaga. Mis crespos se inflan. YO ME INFLO. Pero estoy enojada. Y cuando estoy enojada, mi cerebro no procesa declaraciones emocionales de hombres guapos. —Alexander, no mezcles las cosas. —¿Cuáles cosas? —pregunta genuinamente confundido. —Las emociones con tus instintos de control. —No te estoy controlando. —¡Sí lo estás haciendo! Te molestas porque un hombre me dice “hermosa”, me ignoras toda la tarde, y ahora quieres arreglar todo con una pregunta que ni siquiera sé si es seria. Alexander se queda callado. Y luego hace… LO PEOR. —Entonces no debería haberte dicho nada. —¿QUÉ? —Sí. Quizá debí quedarme en silencio. —Alexander, eso no es mejor. —Es mejor que discutir por algo tan pequeño. Pequeño. La palabra me cae mal. Muy mal. —Así que lo que yo siento es pequeño. —No dije eso. —¡Lo acabas de decir! —No lo dije en ese sentido. —Alexander, ¿tú escuchas cómo hablas? —Estoy intentando arreglarlo —dice, y ya parece frustrado. —Pues lo estás empeorando —digo, levantándome. Él respira hondo, como si contara hasta diez… o veinte. —Alison… yo solo… no quiero perderte. Me congelo. Porque esa frase… esa frase sí viene del Alexander que me ha estado cuidando estos meses. Pero aún estoy herida. —Entonces aprende a no alejarme —respondo, suave, pero firme. Y salgo de mi oficina. Lo dejo ahí, en silencio. No derrotado… pero sí perdido. Como si finalmente entendiera que tiene que cambiar su forma de protegerme. Y yo… Yo me alejo con el corazón acelerado. Porque no estoy segura de si estoy más enojada… o más enamorada.



#1759 en Novela romántica
#619 en Chick lit
#531 en Otros
#230 en Humor

En el texto hay: amor celos, jefe ceo frío y serio, jefe empleda

Editado: 28.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.