Entre sonrisas y cicatrices

Capítulo 29 – “Rebeca tiene el don de arruinar la paz… y unirnos más”

Alison

Llevábamos varios meses viviendo juntos, y aunque Alexander seguía siendo él —serio, protector, celoso, un poquito insoportable y absolutamente perfecto para mí—, las cosas fluían cada vez mejor. Desayunábamos juntos. Dormíamos abrazados. Nos reíamos más. Discutíamos menos. Y sí… también estábamos más cerca en todos los sentidos. Ese día estaba acomodando mis cremas en el baño (las cuales Alex reordena TODAS las noches, no sé si por amor o por TOC) cuando escuché un timbre familiar. —¿Esperas a alguien? —pregunté, asomando la cabeza. —No. —Alexander respondió sin levantar la mirada del computador. Volví a escuchar el timbre. —Alex… ve tú. —¿Por qué? —Porque estoy en pijama. —Yo también. Miré su pijama: pantalón negro perfecto, camiseta negra perfecta, cara perfecta. Mi pijama: ositos y estrellas. —Alex, tú NO estás en pijama. —Sí lo estoy —respondió. Suspiré. Fui yo. Abrí la puerta… Y casi me da un ataque. —¡¡REBEEECAA!! —grité, saltando encima de ella. —¡Alison! ¡Mi niña rizada y dramática favorita! —dijo ella abrazándome—. ¿Te imaginas? Yo por acá, de sorpresa. Entonces escuché un gruñido detrás de nosotras. Alexander. Con cara de “la paz se fue”.

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Alexander

La paz se fue. Rebeca aquí. En mi casa. De sorpresa. Qué horror. Alison vibraba de felicidad, saltando, hablando rápido, sonriendo… Y aunque me encanta verla así, Rebeca siempre trae caos, ruido y decisiones cuestionables. —¿No te alegra verme, Alexander? —preguntó Rebeca con esa sonrisa traviesa. —No especialmente —respondí. Alison me dio un codazo que dolió. Bastante. —Lo que quiere decir —corrigió Alison— es que está sorprendido. Yo no dije eso. No lo pensé. Pero la dejé corregirme, porque la amo. Bueno… creo que la amo. O casi. O ya. No sé. Rebeca entró como si viviera aquí. —¡Este lugar es hermoso! ¡Huele a Alison! —dijo. Ajá. Porque está lleno de post-its, cremas de mango y cosas rosadas. No me quejo. Rebeca se sentó en el sofá, dejó los pies encima y bebió de mi agua. Mi. Agua. —¿Qué te trae por aquí? —pregunté, con tono CEO pasivo-agresivo. —Vine a ver a mi Alison —contestó—. Y a conocer oficialmente a su novio. Me atraganté con aire. ¿Novio? Me quedé quieto. Alison también. Rebeca sonrió como si hubiera soltado una bomba. —¿Qué? ¿No lo son? O sea… viven juntos, se miran raro, él la llama Luce mia, ella le arregla el ceño… ¡Son novios! Alison tragó saliva. Yo… dije la verdad. —Sí. Lo somos. Alison me miró como si el corazón se le hubiera derretido. Rebeca gritó de emoción. Y yo tuve ganas de salir corriendo. Pero en el buen sentido. Creo.

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Alison

Cuando Alexander dijo “sí, lo somos”, me quedé en shock. Hermoso shock. Mariposas, ansiedad, amor, todo junto. Rebeca chilló como si hubiera ganado un premio. —¡POR FIN! ¡POR FIN SON OFICIALES! —gritaba. Alexander se puso rojo. ROJO. El hombre más frío del hemisferio, rojo. Rebeca aprovechó para seguir hablando. —A ver, cuéntenme todo, ¿desde cuándo están juntos?, ¿cómo es vivir juntos?, ¿Alex sigue siendo un témpano? Alexander la miró con muerte en los ojos. —Rebeca —dije, agarrándole la mano—, Alex es especial. —Ah… ¿especial tipo “raro” o “romántico escondido”? —preguntó ella. —Ambas —respondí. Alexander bufó. —Estoy aquí, puedo escucharlas. Rebeca le guiñó un ojo. —Ay, Alex… tú no cuentas. Él se ofendió. Mucho. Pero yo no podía parar de reír.

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Alexander Rebeca se quedó toda la tarde. Habla mucho. Gesticula mucho. Se mete en TODO. Y aunque en algún momento quise pedirle que se fuera… verla con Alison me hizo bajar la guardia. Ellas dos eran un desastre juntas. Un desastre adorable. Rebeca se emocionó por nuestra relación. Hizo preguntas incómodas. Se rió de mi ceño fruncido. Y cuando se fue, le dio un abrazo enorme a Alison… y uno corto a mí. —Cuídala, Alexander. Ella vale todo. —Lo sé —respondí sin pensar. Rebeca sonrió con orgullo. Antes de irse, susurró: —La amas. No respondí. Porque sí. Y porque me aterra. Pero también porque es verdad. Cuando cerré la puerta, Alison me miró con ojos suaves. —¿Estamos bien, Alex? Me acerqué, tomé su rostro, la besé lento. —Sí, Luce mia —susurré contra sus labios—. Mejor que nunca.



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En el texto hay: amor celos, jefe ceo frío y serio, jefe empleda

Editado: 28.11.2025

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