Entre sorbos y tropiezos

Capítulo 6: La gran batalla de oficina

El lunes comenzó con tensión en el aire. La guerra entre Camila y Andrés ya no era un secreto: todos los compañeros sabían quién estaba de qué lado. Algunos habían elegido a Camila por su simpatía y valentía; otros se habían alineado con Andrés por su astucia estratégica.

La primera víctima del día fue la cafetera de la oficina. Camila había preparado un café especial para todos, con azúcar y chocolate, pero alguien —a simple vista inocente— cambió los vasos de todos por unos diminutos y deformes.

—¡Mi café! —gritó uno de los compañeros, viendo cómo el contenido apenas llenaba la mitad del vaso.

Andrés apareció con su latte perfecto y una sonrisa triunfal.
—Algunos tienen suerte, otros solo drama —dijo, levantando la taza.

Camila lo fulminó con la mirada y empezó a planear su próximo movimiento.

A las 10:30, llegó el turno de las sillas. Camila había colocado discretamente cojines de aire que se desinflaban con cada persona que se sentaba. La primera víctima fue… Andrés, quien cayó sobre su escritorio con un golpe sordo y un “¡ehh!” que resonó en toda la oficina.

—Esto es guerra —murmuró él, limpiándose las hojas y levantando la ceja hacia Camila—. Punto para ti.

Pero no duró mucho: Andrés había preparado un pequeño ejército de post-its adhesivos que cubrieron todo el teclado de Camila. Letras, números y signos desaparecieron bajo colores brillantes.

—Esto… —dijo Camila, frustrada—. Esto es… arte abstracto.

El caos continuó durante toda la mañana. Entre bromas, risas y gritos de compañeros que no sabían si ayudar o reír, Camila y Andrés empezaron a notar algo curioso: disfrutaban de esa competencia más de lo que deberían admitir. Cada sabotaje estaba cargado de adrenalina, de tensión… y de miradas furtivas que decían más de lo que querían.

A la hora del almuerzo, el área común parecía un campo de batalla. Tenedores, papeles y notas adhesivas por todas partes. Los compañeros habían empezado a apostar por quién ganaría la guerra.

—Creo que esto se está saliendo de control —comentó una colega mientras esquivaba un globo de agua improvisado.

—O control absoluto —respondió Camila, lanzando una mirada desafiante a Andrés, quien le devolvió la misma intensidad.

El clímax llegó cuando la jefa, harta de la distracción, irrumpió en la sala:

—¡BASTA! —gritó—. Nadie mueve ni un dedo más hasta que esto se acabe.

Camila y Andrés se miraron, respirando al unísono. Por primera vez, ambos estuvieron de acuerdo en algo: tal vez era hora de una tregua temporal.

Sin embargo, mientras recogían los restos de la guerra, Andrés le pasó un post-it a Camila. Solo decía:

“Empate por hoy. Pero la próxima batalla será épica. —A”

Ella leyó, sonrió y guardó el papel en su bolsillo.
En medio del caos, de repente se dio cuenta de que algo había cambiado. La guerra seguía, sí… pero ahora había una chispa de complicidad que ninguno de los dos podía ignorar.



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En el texto hay: amor, odio, gracioso

Editado: 22.09.2025

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