Entre sorbos y tropiezos

Capítulo 11 : Coqueteos en guerra

Camila llegó a la oficina con un plan secreto: hoy, por fin, lograría hacer que Andrés cayera en una trampa sin que él se diera cuenta.
El objetivo: cambiar el azúcar de su latte por edulcorante sin que él lo notara.

Pero el destino tenía otros planes.

Mientras ella estaba agachada detrás de la cafetera, Andrés apareció de repente.
—¿Buscando algo? —preguntó, con esa sonrisa traviesa que ya le resultaba imposible ignorar.

Camila saltó, derramando un poco de su café (sí, el suyo, que ya no podía estar intacto).
—¡No, nada! —exclamó—. Solo… inspeccionando la máquina.

Él arqueó una ceja.
—Inspeccionando, ¿eh? Interesante.

El primer momento cómico del día llegó cuando Andrés trató de tomar un sorbo de su latte “perfecto” y se dio cuenta de que estaba dulce de más.

—¡Tú lo hiciste! —gritó, con exageración teatral, señalando a Camila.

Ella fingió indignación.
—¡Yo jamás haría eso! —respondió, conteniendo la risa—. Debe ser un complot de la máquina.

Los compañeros de oficina miraban desde la distancia, divertidos, mientras los dos se lanzaban miradas que eran más coqueteo que acusación.

Más tarde, durante la reunión de equipo, alguien derramó accidentalmente agua sobre la laptop de Andrés. Por un momento, Camila estuvo a punto de sentir culpa, pero él se levantó dramáticamente, golpeando suavemente la mesa:

—¡Traición líquida! —exclamó—. Esto es guerra, Camila.

Ella rió tanto que casi dejó caer sus notas.
—¡Eso fue un accidente! —protestó entre risas—. Aunque me alegra que se ponga tan dramático… se ve adorable.

Él giró hacia ella, fingiendo indignación.
—Adorable, ¿eh? ¡Eso no estaba en mis planes de intimidación!

El momento más ridículo llegó a la hora del almuerzo. Andrés propuso un “desafío de comida”: cada uno debía preparar un sándwich sorpresa para el otro.
Camila aceptó, pensando que podría ponerle jalapeños ocultos para vengarse.

Pero Andrés, con su sonrisa maquiavélica, había anticipado el movimiento. Cuando ella mordió su sándwich… ¡era dulce! Pan, mermelada, un toque de chocolate… un completo desastre para su paladar y un alivio para su estómago.

—¡Esto es un complot! —exclamó ella, entre risas y gestos exagerados.
Él respondió levantando la mano:
—Punto para mí, señorita agua sucia.

Al final del día, mientras ambos recogían sus cosas, se miraron a los ojos por un segundo demasiado largo.
—Sabes… —dijo Andrés—, esto de la guerra no está tan mal.

—Ni tú eres tan insoportable como creí —admitió Camila, sonriendo—. Solo un poquito.

Ambos rieron, conscientes de que la línea entre la guerra y el juego romántico se estaba volviendo peligrosamente delgada.

El lunes había terminado, pero la batalla continuaba… con risas, cafés, sándwiches explosivos y cosquilleos en el estómago que ninguno quería admitir.



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En el texto hay: amor, odio, gracioso

Editado: 22.09.2025

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