Entre sorbos y tropiezos

Capítulo 13: Caos, confeti y corazones

La oficina amaneció cubierta de restos de la guerra anterior: globos reventados, papeles arrugados y post-its pegados en lugares imposibles. Los compañeros todavía recogían la última confusión mientras Camila entraba con su mochila cargada de nuevas armas estratégicas.

—Hoy no pierdo —susurró—. Hoy gano… y tal vez un poco de diversión extra.

Pero Andrés ya estaba allí, de pie en su escritorio con un catalejo improvisado hecho con tubos de cartón, observando cada movimiento de Camila.

—Buenos días, capitana del caos —dijo, sonriendo—. Espero que estés lista para un día legendario.

—Siempre —respondió ella, soltando una risita mientras sacaba un globo de agua gigante de su mochila.

La primera batalla del día ocurrió en la sala de reuniones. Camila había preparado un proyector que hacía que todas las presentaciones aparecieran al revés, mientras Andrés había escondido miniglobo explosivos debajo de las sillas. Cada vez que alguien se sentaba, ¡boom! Un globo explotaba, provocando risas y saltos inesperados.

—¡Esto es… épico! —gritó un compañero, mientras esquivaba el confeti que caía del techo.

—Punto para la capitana —admitió Andrés, secándose las migas de su cabello—. Pero esto apenas comienza.

A media mañana, Camila decidió combinar sabotaje y coqueteo. Preparó un sándwich para Andrés lleno de ingredientes sorpresa: queso que se estiraba demasiado, tomate que se deslizaba y un toque de mostaza escondida.

Cuando Andrés mordió, el sándwich se desarmó, manchándole la camisa.
—¡Ataque culinario recibido! —gritó él, exagerando el drama—. Pero debo admitir… esto es divertido.

Camila lo miró, riéndose, y no pudo evitar pensar que cada desastre lo hacía más adorable.

El clímax del caos llegó en el ascensor, donde ambos quedaron atrapados por accidente mientras llevaban sus “armas” para el siguiente ataque. Globos, confeti y restos de comida flotaban alrededor.

Camila tropezó, Andrés la sostuvo y terminaron casi abrazados, chocando las frentes. Se miraron a los ojos y por un segundo, el mundo exterior desapareció.

—¿Estás bien? —preguntó él, con voz suave pero divertida.

—Sí… sí, gracias —respondió ella, tratando de mantener la compostura mientras sentía un cosquilleo en el pecho.

Ambos rieron, conscientes de que la guerra continuaba, pero que algo había cambiado entre ellos.

Antes de irse, Andrés dejó un post-it en el escritorio de Camila:

“Empate provisional, pero prepárate… la batalla de mañana será aún más legendaria. —A”

Ella lo leyó, sonrió y lo guardó en el bolsillo.
La oficina estaba hecha un desastre, los compañeros agotados, pero entre globos, confeti y sándwiches explosivos, la guerra y la chispa romántica continuaban creciendo.



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En el texto hay: amor, odio, gracioso

Editado: 22.09.2025

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