Entre sorbos y tropiezos

Capítulo 14: Desafíos épicos y corazones traviesos

El jueves amaneció con una atmósfera electrizante. La oficina estaba cubierta de restos de la guerra anterior: globos reventados, confeti por todos lados y post-its pegados en lugares imposibles. Los compañeros se movían entre el caos, algunos riendo, otros intentando recoger lo que quedaba.

Camila llegó con su mochila cargada de armamento estratégico nuevo: globos gigantes, serpentinas, un “sándwich explosivo” y pequeños gadgets sorpresa que podía lanzar sin que Andrés lo viera.

—Hoy sí gano —susurró con una sonrisa—. Esto será legendario.

Andrés, desde su escritorio, ya la esperaba con una catapulta de clips mejorada, un escudo improvisado y una caja llena de globos de agua.
—Buenos días, capitana del caos —dijo con una sonrisa de complicidad—. ¿Lista para perder otra vez?

—Jamás —replicó ella, mientras lanzaba un globo que rebotó en la pared y explotó cerca de su escritorio—. Prepárate.

La primera batalla del día ocurrió en la sala de reuniones. Camila había colocado serpentinas que caían al abrir la puerta, mientras Andrés había escondido miniglobo explosivos bajo las sillas. Cada vez que alguien se sentaba, ¡boom! Los globos estallaban y todos gritaban de sorpresa y risa.

—¡Esto es una locura! —exclamó un compañero, mientras esquivaba confeti flotante—.

—Punto para la capitana —dijo Andrés, secándose las migas de su cabello—. Pero esto apenas empieza.

A media mañana, Camila decidió mezclar sabotaje con coqueteo. Preparó un sándwich para Andrés lleno de ingredientes sorpresa: queso que se estiraba demasiado, tomate resbaladizo y un toque de mostaza escondida.

Andrés mordió, el sándwich se desarmó y terminó con la camisa manchada.
—¡Ataque culinario recibido! —exclamó con dramatismo—. Pero debo admitir… esto es divertido.

Camila lo miró y rió, pensando que cada desastre lo hacía más adorable y peligroso para su corazón.

El clímax llegó en el ascensor del edificio. Ambos estaban atrapados mientras llevaban sus “armas” para el siguiente ataque. Globos, confeti y restos de comida flotaban a su alrededor.

Camila tropezó, Andrés la sostuvo y terminaron casi abrazados, chocando levemente las frentes. Se miraron a los ojos y por un instante, el mundo exterior desapareció.

—¿Estás bien? —preguntó él, con voz suave y divertida.

—Sí… sí, gracias —respondió ella, intentando mantener la compostura mientras sentía un cosquilleo en el pecho.

Rieron juntos, conscientes de que la guerra continuaba, pero la chispa romántica crecía entre sabotaje y sabotaje.

Antes de irse, Andrés dejó un post-it en el escritorio de Camila:

“Empate provisional… pero prepárate, la batalla de mañana será aún más legendaria. —A”

Camila lo leyó, sonrió y lo guardó en el bolsillo.
La oficina estaba hecha un desastre, los compañeros agotados, pero entre globos, confeti y sándwiches explosivos, la guerra y la complicidad romántica continuaban, dejando la historia abierta para más caos y diversión.



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En el texto hay: amor, odio, gracioso

Editado: 22.09.2025

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