Entre sorbos y tropiezos

Capítulo 17: Coqueteo estratégico y caos creativo

Era miércoles, y la oficina parecía un tablero de estrategia gigante. Cada escritorio mostraba restos de batallas anteriores: carpetas abiertas, clips saltarines y tazas tramposas que todavía amenazaban con volcarse.

Camila entró con una mochila ligeramente más ligera que de costumbre, pero cargada de sorpresas nuevas:

●Lápices que soltaban polvo de colores al girarlos.

●Sillas con resortes escondidos que provocaban saltos inesperados.

●Mensajes falsos pegados en los cajones que conducían a “trampas divertidas”.

●Sándwiches con ingredientes pegajosos o que se deslizaban de manera impredecible.

—Hoy voy a ganar… y tal vez conquistar un poco a Andrés —susurró para sí misma, riéndose.

Andrés ya estaba preparado con sus armas creativas:

●Clips con imán que capturaban papeles ajenos.

●Una impresora que soltaba mensajes graciosos cuando alguien intentaba imprimir.

●Bolígrafo que lanzaba pequeñas pelotas de goma a distancia.

—Buenos días, capitana del caos —dijo desde su escritorio, con una sonrisa traviesa—. Hoy nadie saldrá ileso… y tal vez alguien termine sonrojado.

—¡Perfecto! —replicó ella—. Que comience la batalla definitiva.

La primera confrontación fue en la sala de reuniones. Camila colocó lápices con polvo de colores sobre la mesa. Andrés, confiado, tomó uno… y terminó con su camisa cubierta de motas azules y amarillas.

—¡Esto es un atentado cromático! —gritó él, riéndose mientras trataba de limpiar su camisa—. Punto para ti… creo.

Camila rió, disfrutando cada segundo, y no pudo evitar notar lo adorable que era cuando intentaba limpiar el desastre mientras la miraba con una sonrisa torpe.

A media mañana, Camila decidió subir la apuesta del romance. Preparó un sándwich “engañosamente inofensivo” para Andrés: al morderlo, el queso se estiraba y la mostaza se escapaba de manera inesperada, manchando ligeramente su brazo.

—¡Ataque culinario recibido! —dijo Andrés, riendo mientras intentaba limpiar la mancha—. Pero debo admitir… esto es increíblemente divertido y tierno.

Camila lo miró y sintió que su corazón latía más rápido. Cada desastre lo hacía más encantador y cada mirada compartida se sentía como un pequeño triunfo romántico.

El clímax del día ocurrió en el pasillo central, entre sillas con resortes, clips saltarines y bandejas de papeles “explosivos”. Tropezaron accidentalmente y terminaron casi abrazados, con las frentes tocándose suavemente.

—¿Estás bien? —preguntó Andrés, con voz suave y divertida.

—Sí… sí, gracias —respondió ella, con un cosquilleo en el pecho y una risa nerviosa.

Rieron juntos, conscientes de que la guerra continuaba, pero ahora había un ingrediente nuevo: coqueteo y complicidad romántica que se mezclaba con cada trampa y cada desastre creativo.

Antes de irse, Andrés dejó un post-it en el escritorio de Camila:

“Empate provisional… pero prepárate, capitana. La próxima batalla tendrá más trucos… y tal vez más sonrisas robadas. —A”

Camila lo leyó, sonrió y lo guardó en su bolsillo.
La oficina estaba hecha un caos creativo, los compañeros agotados pero felices, y entre gadgets, sándwiches pegajosos y trampas imposibles, la guerra y la chispa romántica seguían creciendo, dejando la historia abierta para más locuras y diversión.



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En el texto hay: amor, odio, gracioso

Editado: 22.09.2025

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