Entre sorbos y tropiezos

Capítulo 25 – “El escritorio compartido”

El miércoles, el ambiente en la oficina era tan tenso que podía cortarse con una engrapadora.
En el centro de la sala, dos escritorios habían sido unidos, creando una especie de “zona neutral”. Un cartel pegado con cinta decía: “Camila & Andrés – Proyecto en conjunto (prohibido discutir)”.

—¿Esto es en serio? —preguntó Camila, observando el cartel con horror.
—Reglamento del jefe —respondió Jimena, intentando contener la risa—. Y dijo que si rompen la paz, los manda a Recursos Humanos.

Andrés ya estaba sentado, con una sonrisa ladina.
—Te guardé el lado con ventana —dijo, ofreciéndole una silla.
—Qué detalle —respondió ella con sarcasmo—. Así puedo tirarme por ella si me desespero.

El día avanzó entre intentos fallidos de mantener la calma. Cada vez que Andrés tipeaba, Camila lo miraba de reojo.
—¿Tienes que apretar tanto las teclas? Suena como si mataras cucarachas.
—¿Y tú tienes que suspirar cada cinco segundos? —replicó él.

Los demás empleados ya no trabajaban; simplemente observaban la escena con fascinación.

—Esto está mejor que Netflix —murmuró Tomás.
—Yo aposté a que se besan antes del viernes —dijo Jimena, anotando algo en una libreta.

Camila y Andrés, ajenos a la apuesta, seguían en su propia guerra.

A media tarde, el jefe pasó a revisar el avance.
—¿Y bien? ¿Cómo va el trabajo en equipo?
—Excelente —dijeron ambos al unísono, con una sonrisa tan falsa que daba miedo.

En cuanto el jefe se fue, Andrés soltó una carcajada.
—Si seguimos así, nos dan un Oscar por actuación.
—O una orden de alejamiento —contestó Camila.

Pero poco a poco, entre tanta broma, el ambiente empezó a suavizarse. Camila se dio cuenta de que Andrés, cuando se concentraba, fruncía el ceño de una forma curiosamente tierna. Y él notó que, cuando ella se enojaba, le brillaban los ojos de un modo casi hipnótico.

Por primera vez, pasaron más de diez minutos en silencio… hasta que Camila rompió la calma.
—Tu informe tiene un error de cálculo —dijo, mirando la pantalla.

—¿Ah, sí? —Andrés se inclinó hacia ella, tan cerca que pudo oler su perfume—. ¿Dónde?
—Aquí —susurró ella, señalando con el dedo.
—Mmm, cierto. —Él sonrió—. Menos mal te tengo cerca.

El corazón de Camila dio un pequeño salto, que disimuló tosiendo.
—No te acostumbres.

Esa tarde, cuando todos se fueron, quedaron solos terminando los últimos detalles del informe. Andrés se estiró, bostezando.
—Admito que… trabajar contigo no es tan terrible.

Camila lo miró, sorprendida.
—¿Eso fue un cumplido?
—No lo repitas —dijo él con una sonrisa—. Arruinaría mi reputación.

Ella sonrió también, y por primera vez en semanas, la guerra pareció detenerse.

Por ahora.



#2210 en Novela romántica
#763 en Chick lit

En el texto hay: amor, odio, gracioso

Editado: 13.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.