Entre sorbos y tropiezos

Capítulo 30 – “El plan maestro (y un poco torpe)”

El viernes llegó con promesas de caos. Don Ernesto había decidido hacer una evaluación sorpresa de productividad para cerrar la semana. Esto significaba que todos estaban nerviosos, pero Camila y Andrés tenían un plan secreto: terminar la semana con estilo… y con una broma final.

—Escucha —susurró Andrés mientras pasaban junto a la impresora—. Esta vez, vamos a usar la impresora para un mensaje especial.

—¿Especial? —preguntó Camila, arqueando una ceja—. ¿No te parece que tu idea de “especial” siempre termina en desastre?
—No si lo hacemos juntos. Confía en mí.

El plan era simple: imprimir una hoja gigante con letras enormes que decía:

"¡Camila y Andrés: equipo invencible!"

Colocarían el cartel en la entrada antes de que don Ernesto pasara por el piso. Todo parecía perfecto… hasta que la impresora empezó a escupir papel a una velocidad imposible de controlar.

—¡Andrés! ¡Está imprimiendo demasiado rápido! —gritó Camila, mientras intentaban atrapar hojas que volaban por todos lados.

De repente, don Ernesto apareció en la esquina del pasillo.
—¿Qué… qué está pasando aquí?

Camila y Andrés se miraron, cubiertos de papel, con pelos desordenados y risas nerviosas.
—Eh… planificación creativa, señor —dijo Andrés, intentando sonar serio.

Don Ernesto los miró con sus cejas arqueadas. Por un momento, el silencio se apoderó de todos.

Y entonces… Camila tomó aire y, sin poder evitarlo, le dio un beso rápido en la mejilla a Andrés, que la sorprendió tanto como a ella.

—¡Ay no! —murmuró ella, sonrojada—. Eso… no estaba planeado.
—Sí, estaba planeado —replicó él, con una sonrisa traviesa—. Bueno… más o menos.

Todos los compañeros comenzaron a aplaudir y a reírse, mientras don Ernesto sacudía la cabeza, resignado ante el caos que era su oficina.
—¡Trabajen o esto se vuelve una guardería! —gruñó, pero con un dejo de humor que nadie había escuchado antes.

Mientras recogían los últimos papeles y recuperaban la compostura, Camila y Andrés compartieron una mirada cómplice.
—Creo que… esta guerra finalmente terminó —susurró ella.
—O se transformó en algo mucho más divertido —contestó él, tomando su mano discretamente.

El resto del día transcurrió entre risas, miradas furtivas y pequeños gestos que confirmaban que, entre bromas, caídas, duchas accidentales y pájaros traviesos, habían encontrado algo más fuerte: un vínculo inesperado, romántico y cómico a la vez.

Y así, la oficina volvió a su rutina… pero todos sabían que la historia entre Camila y Andrés apenas comenzaba.



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En el texto hay: amor, odio, gracioso

Editado: 13.10.2025

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