Entre sorbos y tropiezos

Capítulo 32 – “El almuerzo temático”

El miércoles la oficina olía a algo distinto: comida internacional. Jimena había decidido organizar un almuerzo temático, donde cada empleado traería un plato típico de un país distinto.
—¡Esto será épico! —exclamó, moviendo un cartel con la bandera de cada país.

Camila y Andrés se miraron, arqueando las cejas.
—¿Qué te tocó a ti? —preguntó Camila, quitando la tapa de su tupper.
—Italia —respondió él, levantando un pequeño plato de lasaña—.

—Perfecto —dijo ella, mostrando su sushi casero—. Japón y… Italia, juntos.
—Suena como una mezcla peligrosa —comentó Andrés, olisqueando el sushi—. Pero creo que puedo sobrevivir.

Cuando llegaron a la terraza para almorzar, se dieron cuenta de que nadie parecía entender muy bien las reglas del almuerzo temático. Algunos habían traído tacos con confeti, otros galletas con formas extrañas, y un pequeño pájaro decidió unirse a la diversión, picoteando algunos trozos de pan.

—¡Oye! —gritó Andrés, tratando de salvar su lasaña—. ¡Ese pájaro se está comiendo mi obra maestra!
—Jajaja, es tu karma culinario —respondió Camila, mientras intentaba no reírse y a la vez mantener su sushi intacto.

La comida continuó con accidentes hilarantes:

•Tomás derramó salsa sobre el teclado.

•Claudia confundió los palillos con pinceles y comenzó a dibujar sobre su servilleta.

•Jimena tropezó con una silla, enviando un bollo de pan directo a la cabeza de alguien más.

En medio de todo este caos, Camila y Andrés compartían miradas cómplices, intentando no morir de risa.
—Esto es un desastre —susurró ella—.
—Sí, pero un desastre delicioso —respondió él, ofreciéndole un trozo de lasaña que ella rechazó con una sonrisa.

El pájaro volvió a aparecer, ahora picoteando un sushi. Andrés lo espantó suavemente con la mano, y Camila no pudo evitar reírse ante su reacción exagerada.
—Te ves ridículo —le dijo.
—Yo? Ridículo? —preguntó él, fingiendo indignación—. Esto se llama “actuar con elegancia bajo presión”.

Después del almuerzo, Jimena organizó un mini concurso de sabores, donde todos debían adivinar el país de origen de cada plato. Andrés y Camila terminaron siendo compañeros, como si la oficina estuviera decidida a empujarlos cada vez más juntos.

—Italia y Japón —susurró él, mientras probaba un bocado de sushi—. Esto podría ser el inicio de algo grande… o un desastre monumental.
—Sí, monumental —dijo ella, con un guiño—. Pero por ahora, vamos sobreviviendo.

El concurso terminó con ambos ganando un premio: una caja de chocolates surtidos.
—Ves —dijo Andrés, repartiendo algunos—. Incluso en un caos internacional, logramos sobrevivir… y ganar.
—Y sin quemar la oficina —añadió Camila, sonriendo.

Al regresar a sus escritorios, compartieron un momento silencioso pero significativo.
—Sabes —dijo Andrés, bajando la voz—, me encanta que incluso en medio del caos, estamos juntos.
—Sí —respondió Camila—. Aunque a veces me dan ganas de matarte.
—Y yo disfruto que me odies un poquito —contestó él, guiñándole un ojo.

El resto de la oficina no pudo evitar notar la química, aunque nadie dijo nada… por ahora.



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En el texto hay: amor, odio, gracioso

Editado: 13.10.2025

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