El eco de mi última conversación con aquella chica aún resonaba en mi mente cuando todo a mi alrededor comenzó a desvanecerse. El parque, las farolas titilantes, la brisa nocturna… Todo se convirtió en una neblina difusa, y antes de darme cuenta, una sensación de vacío me envolvió.
Abrí los ojos.
No estaba en mi habitación ni en el parque. Estaba en un aula de clases.
El murmullo de conversaciones llenaba el ambiente. Estudiantes que no reconocía hablaban entre ellos, algunos revisaban cuadernos, otros simplemente reían. La luz del sol entraba por las ventanas, iluminando el salón con un tono cálido.
No había duda. Esto no era mi secundaria, no la que recordaba.
Tardé unos segundos en asimilarlo. Estaba sentado en un pupitre cerca de la ventana, vistiendo un uniforme desconocido. Miré mis manos, buscando algún indicio de que esto era solo un sueño, pero todo se sentía demasiado real, como siempre.
¿Por qué estaba aquí?
Antes de que pudiera procesarlo, una voz firme pero amable llamó la atención de la clase.
—Bien, chicos, por favor, guarden silencio. Tenemos un nuevo compañero hoy —anunció una mujer con una sonrisa cálida mientras cerraba la puerta.
Me puse de pie por instinto. La profesora, una mujer de treinta y tantos años, tenía un aire tranquilo que hacía que la atmósfera del aula se sintiera ligera.
—Preséntate, por favor —pidió con paciencia.
Mi mente se quedó en blanco. ¿Debía usar mi nombre real? ¿Era este un recuerdo perdido o algo completamente nuevo?
Tragué saliva y forcé una respuesta.
—Soy Ethan. Es un gusto conocerlos.
Un murmullo recorrió el aula. Miradas curiosas se posaron en mí, analizándome. No sentía incomodidad, sino una extraña anticipación.
—Bienvenido, Ethan —dijo la profesora con amabilidad—. Puedes sentarte.
Obedecí, pero mi mente estaba en caos.
¿Por qué me presentaron como un estudiante nuevo? ¿Por qué este colegio no era el mío?
Intenté recordar si alguna vez había cambiado de escuela en mi infancia. La respuesta era clara: nunca.
Y, sin embargo, aquí estaba.
El tiempo en el aula pasó en un parpadeo. Aunque estaba rodeado de estudiantes, no me sentía parte del lugar. Algo en mí sabía que este no era mi mundo, que debía hacer algo más.
Y entonces, el pensamiento llegó con claridad.
La chica.
En los sueños anteriores, siempre la había encontrado. ¿Dónde estaba ahora?
Cuando sonó el timbre del receso, la mayoría de los estudiantes salieron en grupos. Dos chicos se quedaron cerca de mi asiento, charlando. Aunque no los conocía, había algo inquietantemente familiar en ellos.
—¿Ethan, cierto? —Uno de ellos se giró hacia mí con una sonrisa. Era alto, de cabello oscuro y expresión relajada—. Soy Daniel. ¿Vienes de otro colegio?
—Sí —respondí con cautela.
El otro chico, más bajo y con lentes, asintió con interés.
—Eso explica por qué no te habíamos visto antes. Soy Andrés.
No supe qué responder. En circunstancias normales, sería una conversación trivial. Pero en mi caso, todo estaba envuelto en misterio.
—¿Quieres venir con nosotros al patio? —preguntó Daniel.
Lo consideré por un momento. Podía seguir la corriente… o empezar a buscar respuestas.
Y sabía por dónde empezar.
—Gracias, pero hay algo que quiero hacer primero —respondí, tratando de sonar natural.
Ambos asintieron sin insistir y se marcharon.
Respiré hondo.
Si ella existía en este mundo, tenía que encontrarla.
Salí del aula y recorrí los pasillos con la mirada. El colegio era más grande de lo que esperaba. A diferencia del mío, tenía largos corredores con ventanales al patio, un gimnasio y varios pisos superiores.
Las voces de los estudiantes llenaban el ambiente, pero ninguna era la que buscaba.
Seguí caminando, observando cada rostro, cada silueta.
Nada.
El sonido del timbre marcando el final del receso me sacó de mis pensamientos. No había conseguido respuestas.
Volví al aula. La profesora ya estaba en el escritorio, escribiendo en la pizarra. Regresé a mi asiento, tratando de ordenar mis ideas.
¿Por qué me presentaron como nuevo? ¿Por qué mi pasado había cambiado de repente?
Miré a mis compañeros con más atención. Algunos rostros me resultaban extrañamente familiares, pero no podía recordar de dónde. Era una sensación desconcertante, como si mis recuerdos se estuvieran mezclando.
Apreté el puño.
Algo estaba mal.
La clase continuó, pero mi mente estaba en otro lado. Mientras la profesora explicaba, mi vista se desenfocó.
Y entonces, lo sentí.
Una presencia.
No podía explicarlo, pero algo me decía que no estaba solo en este sueño.
Lentamente, giré la cabeza hacia la ventana. En el reflejo del cristal, por un instante, me pareció ver una silueta entre los alumnos sentados. Pero cuando miré directamente, no había nadie.
Fruncí el ceño.
¿Estoy imaginando cosas?
El aula seguía llena de murmullos y movimiento. Nada parecía fuera de lugar, pero la sensación persistía.
La campana sonó, anunciando el final de la clase.
—Muy bien, pueden ir a su descanso —anunció la profesora con una sonrisa.
Los estudiantes comenzaron a levantarse, recogiendo sus cosas. Yo tardé un poco más en reaccionar, aún procesando lo que había sentido.
"Si esto es un sueño, hay reglas que aún no entiendo."
Deslicé la mirada por el aula, memorizando los rostros de mis compañeros. Algunos me resultaban extrañamente familiares, como si los hubiera visto antes en algún lugar… pero no en mi vida real. Era una sensación desconcertante, como si los recuerdos se estuvieran mezclando.
Mientras guardaba mi cuaderno, un estudiante se acercó. Era un chico de cabello corto y gafas, con una expresión amigable pero curiosa.