El viento en la azotea soplaba con la misma intensidad de la noche anterior.
Ethan esperaba, con el corazón latiendo cada vez más fuerte.
Había llegado temprano, demasiado temprano quizás. La ansiedad le impedía quedarse quieto, así que apoyó las manos en la cerca metálica, observando el horizonte.
"Nos vemos en la mañana."
El mensaje seguía grabado en su mente. Había repasado una y otra vez las posibilidades: ¿Y si todo esto era una simple coincidencia? ¿Y si nadie aparecía? ¿Y si lo había entendido mal?
Pero entonces, la puerta de la azotea se abrió.
El sonido del metal crujiendo lo sacudió como un golpe de electricidad.
Ethan se giró de inmediato.
Y ahí estaba ella.
La vio cruzar el umbral con pasos tranquilos, su cabello lacio meciéndose con la brisa. Su expresión era serena, como si supiera que él estaría allí.
Cuando sus ojos se encontraron, Ethan sintió que el tiempo se detenía.
Era exactamente como la recordaba.
Una parte de él quería correr hacia ella, hacer preguntas, entender qué estaba ocurriendo. Pero antes de que pudiera reaccionar, ella sonrió.
Y entonces, todo se desmoronó.
Despertó con un sobresalto.
Su respiración era agitada, su mente tardó unos segundos en registrar que estaba en su habitación.
No en la azotea.
No en el colegio.
La luz de la mañana se filtraba por la ventana. Su corazón aún palpitaba con fuerza, la sensación del viento en la azotea era tan vívida que por un instante dudó de si realmente había despertado.
Se llevó una mano al rostro y trató de calmarse.
"Fue un sueño..." pensó.
Pero entonces, su teléfono vibró.
Ethan lo tomó con desgano, sin esperarse nada fuera de lo normal.
Hasta que vio la pantalla.
Dos mensajes.
Daniel: Oe, ¿qué haces despierto tan temprano?
Andrés: Recuerda que quedamos en salir más tarde, no vayas a olvidarlo otra vez.
Su cuerpo se tensó.
Esos nombres.
Los mismos dos chicos que en su "sueño" le habían hablado en el colegio.
El teléfono casi se le resbaló de las manos. No los recordaba como amigos.
Sabía quiénes eran. Sabía que existían. Pero antes de esto, nunca había hablado realmente con ellos. Y ahora, estaban en sus contactos, con años de conversaciones registradas, como si siempre hubieran sido amigos.
Se levantó de la cama, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.
Fue hasta su escritorio y revisó su mochila, su billetera, su ropa. Algo dentro de él le decía que este cambio no era el único.
Buscó entre una caja de cosas viejas.
Y ahí estaba.
Dos papeles doblados con su misma caligrafía.
"Nos vemos en la azotea."
"Nos vemos en la mañana."
Su respiración se volvió errática.
Los mismos mensajes que había encontrado en el sueño.
Pero ahora estaban aquí, en su realidad.
Todo había cambiado.
Ethan sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Se obligó a respirar con calma, pero su mente iba a mil por hora.
Sostuvo los papeles con fuerza, como si pudieran desaparecer en cualquier momento. Esto no podía ser una coincidencia.
Si todo hubiera sido solo un sueño, esas notas no deberían estar aquí. Y sin embargo, estaban. Viejas, arrugadas, como si hubieran estado guardadas por años.
Se levantó lentamente, sintiendo el suelo frío bajo sus pies. Fue hasta su armario, abrió los cajones con prisa, revolviendo su ropa y pertenencias de la infancia. Buscaba algo, cualquier otra señal de que su vida no era la misma que recordaba.
Sus ojos se detuvieron en una mochila vieja.
Su mochila de secundaria.
La sacó con cuidado y la puso sobre su cama. El polvo en la tela le hizo pensar que no la había tocado en mucho tiempo. Pero cuando la abrió, sintió que su estómago se encogía.
Dentro había un uniforme.
No el de su antiguo colegio.
Sino el del colegio del sueño.
Ethan lo sacó lentamente, sintiendo la textura de la tela entre sus dedos. No había duda. Era real.
Su respiración se volvió errática. Se llevó una mano a la cabeza.
"No puede ser. Esto es imposible."
Miró su teléfono de nuevo, como esperando que todo volviera a la normalidad. Pero ahí seguían los mensajes de Daniel y Andrés, con años de conversaciones, recuerdos compartidos que él no tenía.
Sus recuerdos no coincidían con la realidad.
Se obligó a sentarse en la cama y a repasar todo con calma.
Punto uno: En el sueño, él había cambiado de colegio.
Punto dos: Ahora, en la realidad, también lo había hecho.
Punto tres: Pero sus recuerdos de su colegio original seguían intactos.
Era como si su vida hubiera tomado un desvío, pero su mente no hubiera olvidado el camino original.
Se frotó la cara, sintiéndose abrumado.
"Esto no es solo un sueño."
Porque los sueños no cambiaban la realidad.
Los sueños no podían hacer que una vida entera de recuerdos apareciera de la nada.
Se puso de pie y caminó hasta la ventana. Afuera, todo parecía normal. Las mismas calles, las mismas casas, la misma ciudad. Pero ahora, sabía que bajo esa apariencia de normalidad, su mundo se había alterado.
Y lo peor de todo era que no sabía hasta qué punto.
Si un solo sueño había cambiado tanto... ¿qué pasaría si seguía soñando?
Apretó los puños. Solo había una forma de averiguarlo.
Tenía que volver a dormir.
Pero antes de hacerlo, necesitaba saber qué más había cambiado.
Con una sensación de ansiedad creciente, tomó su teléfono y abrió sus contactos. Buscó automáticamente un nombre en particular.